Brecha – Prensa europea y América Latina: Profesionales de la desinformación

Cada día la prensa italiana publica afirmaciones falsas y tendenciosas contra los gobiernos progresistas latinoamericanos. ¿Es sólo casualidad o está en curso una campaña de deslegitimación contra eso que para Donald Rumsfeld es “el eje del mal latinoamericano a golpear”?

Gennaro Carotenuto desde Roma

La ex diputada europea Emma Bonino escribió en el diario Corriere della Sera que “en Venezuela no existen instituciones democráticas”. Días atrás, en el gr3, el “neocon” Pipes compara a Salvador Allende con Adolf Hitler. Otro día se le hace afirmar a Vargas Llosa la incomprensible teoría por la cual Evo Morales sería un racista. Dos semanas atrás una maquinación dio la vuelta al mundo para presentar a Hugo Chávez nada menos que como antisemita. En el medio se magnifica como novedad la elección de Michelle Bachelet (su coalición está en el cuarto mandato consecutivo) y se hace pasar casi en silencio la de Evo Morales (un giro en todos los sentidos).
La Repubblica se preocupa por la suerte de los asesinos del Che Guevara: “procesarlos sería una venganza”, dice, y Massimo D’Alema, el mismo que defendiera a Fernando de la Rúa cuando ordenó disparar sobre la muchedumbre en Buenos Aires, lanza acusaciones contra Néstor Kirchner o Hugo Chávez. Pero quizás la perla de este inicio de año sea aquella del semanario L’Espresso. El semanario histórico de la izquierda progresista italiana, en el número del 19 de enero del 2006, encarga el artículo de un especial sobre América Latina a un tal Moises Naim presentándolo sólo como director del periódico estadounidense Foreign Policy. Al lector le hubiera gustado saber por qué un semanario italiano no le pidió este importante artículo sobre América Latina a un periodista italiano experto en temas latinoamericanos, o a un latinoamericano. Ahora bien, aunque el lector de L’Espresso no está en condiciones de saberlo, no sólo Naim no es estadounidense, sino que se lo presenta enmascarado como director de la prestigiosa revista Foreing Policy. Se esconde al lector que Naim no es un latinoamericano común.
Naim fue ministro de Industria en Venezuela en los años noventa, en el tiempo de las más salvajes privatizaciones, cuando ríos de dinero de “tangentes” terminaban en los paraísos fiscales de las Bahamas, cuando la gran mayoría de los venezolanos se empobrecía como nunca en la historia, cuando el gobierno masacraba cientos de personas con el “Caracazo”. Ni L’Espresso ni Naim tienen el pudor de explicar que éste no es un observador neutral sino un miembro de aquella clase política corrupta desplazada por el movimiento bolivariano. Es como si L’Espresso hubiera pedido a Pinochet un artículo sobre Allende, a Menem un artículo sobre Kirchner, o a Collor de Mello un artículo sobre Lula, “olvidando” explicar quiénes fueron Pinochet, Menem o Collor de Mello y presentarlos como observadores neutrales.
L’Espresso hace así pasar como análisis político insultos como “el peligroso bufón populista Chávez” haciendo creer al lector que son producto de un prestigioso observador neutral y no de un rencoroso exponente de una de las clases políticas más corruptas de la historia. ¿Es así de ingenua la dirección de L’Espresso para no entender que ésta es una pésima manera de hacer periodismo?
Todo esto en los pocos días de este inicio de 2006, y quien sabe cuántas más perdimos o se nos han escapado. Como la perla publicada en el suplemento Donna de La Repubblica firmada por Alessandro Oppes que, bajo el título “Chávez visto de cerca”, entrevista sólo y exclusivamente a opositores particularmente envenenados y poco lúcidos. Está en curso una operación decidida y sistemática que quiere separar a la opinión pública occidental de la suerte de los gobiernos progresistas latinoamericanos, presentarlos como ambiciosos, autoritarios, peligrosos, no democráticos, para poder mañana llevar a cabo la amenaza del ministro de Defensa estadounidense contra el “eje del mal latinoamericano a golpear”.
Gota a gota, día a día, se están envenenando los pozos de la información en un sentido antilatinoamericano. Es la misma gota de veneno que desparramaba desinformación sobre Salvador Allende hasta hacer creer que el golpe que deseaba Estados Unidos era la mejor solución para terminar con un caos que no existía o que, en todo caso, había sido provocado para eso.