Brecha – India I – Mientras todos miran a China India crece y avanza en silencio

La mayor democracia del mundo es la otra cara de la reconstrucción de los equilibrios mundiales en el siglo XXI. India, con mil millones de habitantes, un crecimiento estable del 8 por ciento anual, alta alfabetización e informatización, avanza silenciosamente.
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Desde Roma   


Dharavi es una villa miseria, un cantegril, una favela, un slum. Si en la Rocinha, en Río, la favela más grande de Brasil y probablemente de Latinoamérica, se calcula que viven cuatrocientas o quinientas mil personas, son por lo menos un millón los habitantes de Dharavi. Dharavi es cada vez menos la periferia de Mumbay, el nombre actual de la vieja Bombay &endash;el nombre colonial&endash; que ya hospedó el Foro Social Mundial del año 2004. Muchos de los habitantes de Dharavi vienen del Gujarat, una suerte de Bosnia india, donde las tensiones entre musulmanes e hindúes son cotidianas. Dharavi es así la favela más grande de Asia y compite con la keniata Korogocho y con algunas otras en Sudáfrica y Nigeria por el triste primado mundial. Son un millón de personas que viven en apenas 175 hectáreas, con unos 50 lugares de culto de distintas religiones pero sin ningún hospital, ni alcantarillado, ni acueducto. Alguien ha contado que hay menos de 700 baños en todo Dharavi, uno cada 1.500 habitantes. Podemos imaginar las colas. En la temporada de los monzones el barrio se inunda completamente. Los pozos se transforman en trampas mortales hacia los acuíferos del subsuelo. En India hay 52 mil favelas como Dharavi. Con algunas peculiaridades. En Dharavi la economía informal mueve 3 mil millones de rupias por año, unos 600 millones de euros. En Dharavi el 100 por ciento de la economía es informal &endash;es el 91 por ciento en India, así que no nos sorprendemos&endash; y se calcula que no hay desempleo. Trabajan niños, enfermos, viejos, lisiados. Dharavi es la nueva Manchester, la misma que estudiaba Karl Marx. Y la característica de Dharavi es que en realidad no es un barrio, es un gigantesco complejo industrial, completamente en negro, donde los obreros viven y trabajan con sus familias. Hay ventajas: nadie pierde tiempo en desplazamientos en Dharavi. Todos o casi todos trabajan en los mismos metros cuadrados donde viven insalubremente, o como mucho a pocas cuadras.


Hay otras ventajas, si son ventajas. La renta per cápita de Dharavi está calculada en al menos 1.500 dólares por año y hay 92 televisores cada 100 habitantes, 71 de los cuales conectados al cable. Un millón de campesinos &endash;urbanizados de primera o segunda generación&endash; viven y compiten hacinados así. Es la ley del mercado. La periodista india Kalpala Sharma, que ha dedicado un libro a Dharavi, nos cuenta de talleres de diez metros cuadrados entre dos pisos, donde 20 obreros producen 10 mil vaqueros por año. Los obreros, en ese infierno, ganan 2 mil rupias al mes, y el dueño, después de diez años, ha logrado mudarse a un barrio más respetable. Sus hijos van al colegio y la niña quiere ser actriz en Bollywood, la Hollywood india. Para seguir su sueño, sólo en los últimos 20 años, otros 12 millones de indios han abandonado el campo para radicarse en las 52 mil Dharavi del país.


DESDE UTTAR PRADESH A LA NASA. El desarrollo capitalista informal, desordenado y que quema generaciones en nombre del crecimiento del pbi, es sólo una de las caras que India nos ofrece. Las universidades cada 12 meses producen 200 mil ingenieros de excelente nivel y entre treinta y cuarenta mil de ellos encuentran todos los años prestigiosos trabajos y excelentes sueldos en las mayores empresas occidentales. Esta misma semana, la noticia dio la vuelta al mundo: Saurabh Singh, un chico de 17 años de Uttar Pradesh que en su casa no tiene electricidad, ha salido primero entre 200 mil en un concurso para trabajar en la nasa. De las 100 mejores business school del mundo, diez son indias. La Infosys y Satyam, dos empresas de Bangalore, están escribiendo la arquitectura de los software de Microsoft del futuro. Este año 2005, compañías indias comprarán desde airbus a boeing, aviones civiles por 10 mil millones de dólares, casi la tercera parte de las ventas mundiales. En una década han llegado inversiones extranjeras por 50 mil millones de dólares, pero sólo en 2004 sociedades de India han invertido 1,8 millones en adquirir empresas en el exterior. Cada año al menos cinco millones de indios &endash;los chinos son 70 millones pero es igualmente significativo&endash; pueden permitirse vacaciones en Europa. Y Bollywood, la industria cinematográfica india, es la única que compite en números con Hollywood con sus larguísimos musicales sentimentales.


El país en el cual Indira Ghandi miraba hacia el socialismo, puede contar con la democracia formal como contenedor de las diferencias todavía enormes dentro de la sociedad. Es ésta la clave que ha derrotado en mayo de 2004 al gobierno neoliberal de Bihari Vajpayee, considerado el protagonista del crecimiento indio y que ha dejado, para el escándalo occidental, su lugar a una visión de la política más inclusiva y democrática. Subhash Agrawal, director de India Focus, individualiza, como muchos otros observadores, que ésta es la peculiaridad del desarrollo indio. La necesidad democrática hace del pesado Estado burocrático indio algo distinto y más difícil para los inversores que el pesado sistema burocrático chino, aunque la ong Transparency &endash;que mide el nivel de corrupción percibida, una suerte de ?sensación térmica?&endash; señala a India como un país más corrupto que China. En una escala de 1 a 10, China está en 3,4 e India en 2,8; para confrontar: Finlandia tiene 9,7, Uruguay un buen 6,2 y Haití está última con 1,5. En una comparación hecha por el Banco Mundial sobre las facilidades para las empresas entre China, India y Brasil, India sale en segundo lugar. Para abrir una empresa es necesario el doble de tiempo que en China pero la mitad que en Brasil. El gran problema es la falta de electricidad, que causa en India pérdidas cuatro veces mayores que en Brasil.


Desde hace apenas 15 años, cuando Francis Fukuyama, el más ridiculizado futurólogo del planeta &endash;aunque con los derechos ganados con sus libros no debe importarle mucho&endash;, proclamó el fin de la historia, el mundo ha presentado cambios enormes. India es parte fundamental de estos procesos. El G 7, que gobernó el planeta en el último cuarto de siglo es tan inadecuado al mundo del futuro como la pretensión de unilateralismo de Estados Unidos. Calcula el banco de negocios Goldman Sachs que en 2050 el conjunto de China, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica alcanzará el pbi de los siete: Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá. Hasta la mismísima CIA está preocupada. La globalización, que los franceses llaman ?americanización?, entendiendo el desborde de Estados Unidos en todo el mundo, se está transformando mucho más rápidamente de lo previsto en ?asiatización? del planeta. Faltan 15 años para que China, India e Indonesia superen el 50 por ciento de la humanidad. Si bien la economía china alcanzará a Japón en 10 años, en ese tiempo India dejará atrás sucesivamente a Italia, Francia y Alemania llegando al cuarto lugar desde el duodécimo actual.


PIEZA CLAVE DEL MUNDO MULTIPOLAR. En política exterior, India está actuando como actor mundial. Con el tsunami del 26 de diciembre ha rechazado ayudas externas para mostrar al mundo lo que es capaz de hacer con sus fuerzas. Sin embargo la verdadera fuerza de India está en la capacidad de tejer telas que la dejan prácticamente sin enemigos. En lo que concierne a la reforma de la ONU, India hace frente común con Japón, Alemania y Brasil para alcanzar un escaño permanente en el Consejo de Seguridad. El apoyo más cercano es francés, con Michel Barnier, ministro de Exteriores, que garantiza el apoyo a este país. Los cuatro líderes, Manmohan Singh, Lula, Junichiro Koizumi y Gerhard Schröder, hacen frente común en una sinergia que hasta ahora no ha madurado en resultados. Pero los partidos más importantes no se juegan en la ONU, sino en el rediseño del ajedrez asiático.


Con la Rusia de Vladimir Putin, India supo renovar una amistad que fue estratégica para los dos países en tiempos de la Unión Soviética. Compañías indias participan en la explotación del petróleo ruso y Moscú vende a Delhi armamentos y tecnologías estratégicas. No tener recursos petrolíferos propios es el desafío más importante de una India donde, en los próximos 15 años, los automóviles se multiplicarán por seis. Más prudente es la relación con respecto a Estados Unidos. La administración republicana quiere mantener sus poderes de veto sobre las elecciones estratégicas de una Delhi que desde la época Vajpayee mira a Teherán como un aliado natural. Y la amistad con Teherán favorece también la mejora de las relaciones con Pakistán. La construcción del ?gasoducto de la paz? se ha transformado en un elemento de fricción entre Islamabad y Washington. Teherán, Delhi e Islamabad lo quieren y Washington se opone. Su construcción en los próximos años será una de las medidas de la capacidad de Estados Unidos de imponer sus intereses estratégicos en el área.


El deshielo con Pakistán había empezado ya a fines de 2003 aunque hasta ahora la cuestión kachemira, que desde hace 57 años ensangrienta las relaciones entre las dos partes del ex imperio británico, ha quedado en una sencilla ?mayor comprensión? de las razones del otro.


Hasta Europa parece haber obtenido ventajas en India respecto a sus crónicos retrasos en China y en América Latina. Es prácticamente seguro que India participará del proyecto Galileo &endash;el sistema satelital mundial&endash; que con tanta sospecha es visto desde Estados Unidos. Para Delhi la más abierta Bruselas es un socio más aceptable que las dificilísimas tratativas con una Washington que impone vetos en decenas de materias de interés estratégico.


Sin embargo, encima de todo esto está la verdadera alianza decisiva, con Pekín. Las cumbres entre los líderes de los dos países, como la de Vientiane del pasado diciembre, son magnificadas por las prensas de los dos países como decisivas en la construcción del ?gran espacio económico asiático?, el verdadero motor mundial del siglo XXI. El capitalismo indio está interesadísimo en las privatizaciones de las empresas públicas chinas. Es un mercado decisivo para el ingenio informático indio y no importa si a esta realpolitik se sacrifican los amigos tibetanos que desde siempre encuentran refugio en India. Delhi está tejiendo su política a altísimo nivel. La amistad con Japón y Corea del Sur, el papel del ASEAN, la participación de Rusia y la presencia europea trazan una ?gran estrategia asiática? que dibuja en positivo un mundo multipolar. A este diseño, Estados Unidos es hasta ahora incapaz de replicar con su relación estrecha pero competitiva con China y con su pantano de Oriente Medio.


LA FUERZA DE INDIA. Manmohan Singh repite en cada encuentro internacional que la mejor estrategia contra el terrorismo no es la guerra sino el encuentro entre culturas. En Occidente, en tiempos de ?justicia infinita,? esta verdad suena polémica y extremista. Sin embargo es el gran recurso que la mayor democracia del mundo puede ofrecer: una sociedad multicultural, multiconfesional y multiétnica en búsqueda de un desarrollo que no amplíe las diferencias y la exclusión. Para India la cuestión paquistaní y la cuestión musulmana están íntimamente conectadas, pero sólo con la condición de asegurar una inserción digna para sus 130 millones de musulmanes, piensa poder asegurar un futuro de democracia pluralista al país. Política exterior de paz combinada con una política interna de derechos y democracia son las claves de la vía al desarrollo del Partido del Congreso.