Brecha – Energía – Paz relámpago en la primera guerra de 2006

Rusia y Ucrania llegaron a un acuerdo en la guerra del gas que arriesgó con apagar las cocinas de media Europa. A pesar del apoyo de todo el Occidente, Kiev tuvo que aceptar pagar el precio de mercado y no el precio político heredado de la Urss. Es otra señal de la inestabilidad energética del planeta y de nuevas alianzas en las cuales Occidente pierde centralidad. Gennaro Carotenuto Desde Roma

El miércoles 4 terminó sorpresivamente la guerra del gas entre Ucrania y Rusia, iniciada el 1 de enero cuando Rusia empezó a cerrar los gasoductos que alimentan la red ucraniana. Ucrania ?apoyada por Estados Unidos y la Unión Europea? tuvo que agachar la cabeza y aceptar un aumento del 335 por ciento en las importaciones del gas de la mayor empresa exportadora del planeta, la rusa Gazprom, pasando de 53 a 230 dólares por mil metros cúbicos. La más poblada ex república soviética, con la misma cantidad de habitantes que Francia, una economía tambaleante y una opinión pública dividida entre filoccidentales ?que triunfaron hace menos de un año en la llamada ?revolución naranja?? y filorrusos, intentó resistir involucrando a Estados Unidos y a Europa occidental.
Esta última, especialmente el 2 de enero, sintió la brusca reducción de la presión de gas desde Rusia, alimentando el espectro de una crisis gravísima en pleno invierno boreal. La mayoría de los países de la Unión Europea dependen de Rusia para el suministro de entre un 20 y un 30 por ciento de su consumo de gas natural.

Frente a la posibilidad de una pulseada en la cual Rusia saldría inevitablemente vencedora, el convencido respaldo a Ucrania de las primeras horas hizo lugar a la rendición del gobierno de este país.
La rueda de prensa realizada en Moscú el miércoles 4 tiene pinta de boletín militar. Gazprom logró que Ucrania pagara el precio de mercado y a cambio concedió un aumento de 50 por ciento (de 1,09 a 1,60 dólares) en el precio que Gazprom paga por el tránsito del gas por territorio ucraniano, pero logró parte del control de los gasoductos ucranianos. Se cierra así un contencioso sostenido desde la independencia de Ucrania en el cual Rusia figuraba como paladín del mercado libre y los países occidentales pretendían favorecer a la neoaliada Ucrania con un precio político.

OCCIDENTE CONTRA EL LIBRE MERCADO. El gas está distribuido en el planeta de manera no muy distinta al petróleo. Sin embargo, Rusia guarda un porcentaje mayor de reservas que Oriente Medio. En este contexto la posesión del gas es un elemento estratégico casi tan importante como el petróleo, con la variante de que su consumo sigue creciendo. En 1980, menos del 20 por ciento del consumo de energía correspondía al gas natural mientras el petróleo rozaba el 45 por ciento. Un cuarto de siglo después el porcentaje de consumo de gas (23,5) casi alcanza al del carbón (26,6) y está menos distante del petróleo (37,6) en la totalidad de consumo de energía.

Para materias primas tan estratégicas y no renovables, el libre mercado no siempre parece lo más conveniente ni siquiera para los neoliberales más convencidos. Cuando los bolivianos ?voltearon? a Gonzalo Sánchez de Losada en la llamada ?guerra del gas?, pretendían que el gas escondido en las entrañas del país no saliera a precios inferiores a los establecidos por los mercados bursátiles. En cambio las multinacionales estadounidenses, que hicieron una religión del libre mercado, pretendían ahorrar por lo menos las dos terceras partes de su precio. La crisis entre Rusia y Ucrania corresponde a una lógica igual y opuesta. La Ucrania de la revolución naranja de Víctor Yushenko, bendecida desde el oeste en nombre de la democracia pero más aun del libre mercado, pretendía seguir pagando el gas ?del cual depende Siberia? a un precio político hijo de las relaciones privilegiadas entre dos repúblicas ex soviéticas. Es decir, Estados Unidos y Europa pretendían que Rusia se hiciera cargo de la provisión de gas a un país que hoy le es hostil, rompiendo las reglas del mismo libre mercado que le impusieron a sangre y fuego en los últimos 15 años. Está claro que Rusia misma hace un uso político del precio del gas hacia todas las ex repúblicas soviéticas: la dictadura de Belarús paga y seguirá pagando 40 dólares los mil metros cúbicos.

Que la posesión de recursos energéticos sea un arma fundamental no es un novedad. Sin embargo la rabia con la cual la prensa capitalista occidental ha atacado a la Rusia de Vladimir Putin ?un monstruo autoritario que ellos mismos contribuyeron a crear? es sorpresiva. Desde The Financial Times hasta el International Herald Tribune, todos eligieron echarle toda la culpa a Rusia, describiendo una nueva guerra fría y rechazando (¡!) el uso de las fuentes energéticas como arma política. Sin embargo estos mismos órganos de prensa son los que apoyan la privatización del 49 por ciento del coloso ruso Gazprom con capitales extranjeros, y sería por cierto curioso que una empresa privatizada no tuviese la libertad de competir con precios de mercado. Rusia detenta las mayores reservas de gas mundial (46 de los 178 billones de metros cúbicos estimados), seguida por Irán. Gazprom posee una cantidad de gas superior a la de Irán (28 billones contra 26), provee de gas a 21 países europeos y a los 15 ex soviéticos por un total de 500 mil millones de metros cúbicos al año (alrededor del 25 por ciento del consumo de sus clientes), produce el 86 por ciento del gas ruso y el 20 por ciento de la producción mundial. El 80 por ciento del gas destinado a Europa pasa por Ucrania y el restante proviene de Polonia y Alemania mientras el gasoducto que provee a Europa a través del Mar Negro y Turquía está todavía subutilizado. Todas sus mayores competidoras (las estadounidenses Exxon-Mobile y El Paso, la holandesa Royal Dutch Shell y la argelina Sonatrach) tienen dimensiones mucho menores, mientras que Gazprom prevé en esta década llegar a detentar el 20 por ciento del mercado estadounidense. Una de las consecuencias de la crisis del gas es que el crudo ha vuelto a subir su precio de 60 a 63 dólares y, si bien está aún lejos de los 70 dólares alcanzados en 2005, es un augurio de otro año energéticamente caliente.

MIENTRAS EN EXTREMO ORIENTE… Si la guerra de comienzos de año se libra en Europa oriental, el frente fundamental de la guerra energética está en Asia que, desde las repúblicas ex soviéticas, llega a los dos colosos China e India. Ahí, el 15 de diciembre, la inauguración de un nuevo oleoducto que conecta Kazajstán con China fue un trago amargo para Estados Unidos. Es la respuesta rusa al gol marcado en mayo por Estados Unidos. El monumental oleoducto realizado por British Petroleum (que después de la fusión con Amoco es angloestadounidense) desde Baku ?en Azerbaiyán? a Ceyhan ?en Turquía?, abre el camino al crudo hacia el Mediterráneo. Lo hace sustrayendo el crudo azerí a la dependencia de Rusia ya que el oleoducto nunca toca el territorio de este país. Si éste es un claro éxito estadounidense en la lógica de achicar el jardín de casa ruso, la respuesta llega desde China. La compañía estatal cnpc ?que el año pasado fracasó en el intento de adquirir la unocal por el veto ejercido por el Congreso de Washington? adquirió la PetroKazajstán, asegurándose el control sobre unas reservas estimadas entre los 35 mil y los 100 mil millones de barriles. También, junto a la mayor compañía india, adquirió el petróleo sirio. No es todo. Por el canal kazako no sólo pasará el crudo ruso y kazako destinado a China, sino también el iraní. China se comprometió a adquirir petróleo y gas a este país por la fabulosa suma de 70 mil millones de dólares. Es el signo de una cada vez más clara sinergia ?casi alianza? entre China, Rusia e Irán. Esta sinergia se vincula con otro sistema igualmente sinérgico: la obra aun más faraónica del oleoducto kazako es el llamado Gasoducto de la Paz que correrá a lo largo de 2.100 quilómetros desde Irán a India pasando por el supuesto enemigo Pakistán. El pasado 14 de diciembre el diario The Hindu reportaba la furiosa oposición estadounidense a un proyecto por el cual ya hay contratos por 7 mil millones de dólares. Los grandes emergentes China e India, junto a dos enormes exportadores como Rusia e Irán, perfilan un sistema energético asiático por primera vez autónomo del sistema estadounidense, y alternativo.

Irán amenaza con abrir una bolsa petrolífera en su capital ?¿y por qué no, en época de libre mercado?? que amenazaría el monopolio de Londres y Nueva York. En espera de que el petróleo primero y el gas poco después lleguen a su pico y empiecen a declinar librando al mundo a la anarquía energética o ?en la mejor de las hipótesis? a una nueva era, parece que no es tanto la política nuclear de Teherán sino la política energética de los ayatolás la que justificaría una guerra. Una guerra como Dios manda, con bombas y bombarderos.

* dibujo de G. Laranjeira