Brecha – Líbano – Pruebas técnicas de guerra civil

Entre huelgas generales, francotiradores en la universidad y grandes juegos económicos, Líbano vuelve al borde de la guerra civil. Hezbollah pide nuevas elecciones, que podría ganar, pero que ni el gobierno ni los occidentales están dispuestos a conceder. Estos últimos condicionan todas las ayudas al nombre de Fouad Siniora, “nuestro hombre en Beirut”

Sayyed Hassan Nasrallah, dirigente de Hezbollah, el partido de dios, que aguantó el pasado agosto el choque contra el ejército israelí, conquistando un enorme prestigio en todo el mundo islámico, y que nunca había aparecido en público desde septiembre, volvió a hablar la pasada semana en una manifestación multitudinaria exigiendo nuevas elecciones en Líbano. Entre amenazas contra Israel y Estados Unidos denunció que estos últimos intentan fomentar guerras civiles -Líbano, Irak, Palestina- en todos los países de Oriente Medio donde no logran imponer su dominación. “Qué hay de no democrático en nuestro pedido de nuevas elecciones –dijo Nasrallah retransmitido en todo el país por la tevé Manar- después de una guerra? Tenemos la fuerza para hacer caer el gobierno en dos días y si no lo hicimos hasta ahora fue por patriotismo y sentido de responsabilidad”. La novedad es que la oposición ya no se puede identificar, como hace la prensa occidental, con Hezbollah, sino también con los cristianos maronitas de Michel Aoun, los sunitas naserianos (panarabistas) y agrupaciones izquierdistas y progresistas.

Entre la huelga general –una impresionante prueba de fuerza de Hezbollah y de toda la oposición- y brotes de guerra civil que han causado, especialmente en los alrededores de la universidad, una decena de muertos en pocos días, el gobierno de Fouad Siniora rechaza el pedido de un nuevo gobierno de unidad nacional después que Siniora mismo marginalizó la oposición y empujó a dimitirse cinco ministros chiitas y uno griego-ortodoxo. La actual composición del gobierno viola sin dudas los acuerdos de Taif que terminaron con la guerra civil en los 80, y que establecen que todas las comunidades de Líbano sean representadas en las instituciones. Ahora Siniora representa los intereses neocoloniales, los banqueros, especialmente de la poderosísima lobby de la familia Hariri, los fundamentalistas sunitas y los señores de la guerra falangistas y drusos como Walid Jumblatt.  Las milicias de estos pusieron los francotiradores que asesinaron, durante la huelga general, varios civiles y estudiantes.
Siniora tiene argumentos muy concretos para seguir avanzando en su política. En París, la conferencia para la reconstrucción del Líbano, prometió 7600 millones de Euro, pero con una clausula muy clara: sólo Fouad Siniora, el actual jefe de gobierno filooccidental, cada vez más aislado en el país, puede gestionar estos fondos. Si cae él, caen las ayudas. Al primer lugar entre los donantes está la Unión Europea con 1360 millones de Euro, Arabia Saudita, con 1100 millones, Estados Unidos con 770, otros países árabes y el banco mundial cada uno con 700 millones en los próximos cinco años. A cambio Líbano está obligado a draconianas medidas neoliberales y privatizaciones que el halcón neoconservador Paul Wolfowitz, hoy presidente del Banco Mundial, pretendió para revertir una situación económica desastrosa con una deuda externa de 41.000 millones de dólares y un producto interno bruto que ha caído del 5 por ciento en el 2006. En este tejido internacional estriñe el sorpresivo acercamiento entre Irán y Arabia Saudita que se reunieron para bajar la tensión en el país. Si de un lado esta mediación podría ser importante y fructuosa, y evitar lo peor, del otro es una muestra de que la política de aislamiento de Hezbollah y de Irán de parte de Estados Unidos encuentra crecientes resistencias en el mundo árabe hasta en el país, Arabia Saudita, que se considera el más importante y económicamente relevante aliado en la región.

CRIMENES CONTRA LA HUMANIDAD Esta semana el vocero del Departamento de Estado estadounidense, Sean McCormack reconoció por primera vez que en los 34 días de la guerra del pasado agosto en Líbano el gobierno israelí utilizó masivamente bombas de fragmentación (bombas que explotando derraman cientos de pequeñas bombas en los alrededores) de producción estadounidenses. Tsahal, el ejercito israelí, se ensaño contra el Líbano del sur, utilizando estos armamentos prohibidos en los últimos días de la guerra, cuando estaba claro que no hubiese podido ganar. Según las denuncias de las Naciones Unidas, “es chocante e inmoral que el 90 por ciento de este tipo de arma prohibida haya sido utilizada por Israel en las últimas 72 horas de guerra, sin ninguna necesidad militar”. Es una venganza de Tsahal derrotado, por la cual por lo menos 30 civiles israelíes han muerto a causa de clusters –fragmentos- no explotados, desde el alto el fuego hasta ahora. Estados Unidos provee al ejercito israelí con 2.000 millones de dólares en armamentos cada año y se excluye que pueda sancionar los crimenes de uno de sus mayores clientes y aliados.