Brecha – India – El país de los genios

Con 700 millones de pobres pero con 300 millones de una clase media culta y cosmopolita, India irrumpió este siglo en la economía mundial como un gigante de medidas similares a China. Tiene y ofrece cultura, ciencia, tecnología de punta. Eligió el nicho más rentable.

Gennaro Carotenuto desde Roma
Cuando a comienzos de 2001 el recién ascendido presidente de Estados Unidos, George W Bush, pagó su deuda electoral con la derecha religiosa y cortó los fondos para la investigación sobre las células madre, a miles de quilómetros de distancia muchos se alegraron por el inesperado regalo. El semanario India Today llegó a titular “Gracias Bush”, agradeciéndole por la renuncia a competir en un sector científico de punta en el cual el gigante asiático apostaba a destacar como actor global. Cinco años después, India está ganando su apuesta. Según el Global Biotechnology Report, hay 11 mil científicos indios de primer nivel trabajando en el sector biotecnológico. India es el país que más crece en este sector estratégico y multiplicará esas cifras hacia 2015, cuando llegará a ofrecer un millón de puestos de trabajo de excelente nivel en el área.
Todos los días las mayores empresas del planeta anuncian inversiones en India. Bill Gates, el dueño de Microsoft, viajó a India por primera vez en 1997, recibiendo los honores de un jefe de Estado. En su última visita, en la cual anunció una nueva inversión de 1.700 millones de dólares, el diario The Hindu comentó: “No somos nosotros los que necesitamos a Bill Gates, es Microsoft la que nos necesita”. The Hindu no estaba expresando una posición nacionalista sino que mostraba una situación que había evolucionado rápidamente. Una década antes India necesitaba atraer inversiones, ahora las mayores multinacionales necesitan invertir en India. Bangalore, la principal ciudad del sur, con 8 millones de habitantes (el doble de una década atrás), es la capital mundial del software. Compite con Silicon Valley de California, con la diferencia de que un joven ingeniero percibe en India mil dólares por mes, contra cinco mil dólares de su homólogo europeo o estadounidense.
DELANTE DE HARVARD. En los noventa, en Estados Unidos descubrieron que en India había ingenieros que cobraban una miseria y que producían excelente software, sin preguntar cuál era el producto final. Bangalore era un buen lugar donde relocalizar empresas y ahorrar dinero. En los call centers, gente bien educada y con un excelente inglés atiende por centavos a clientes de California o de Nueva York tramitando el seguro del auto o cualquier otro servicio. En 1999, este lento crecimiento tuvo una aceleración inesperada. Ese año el mundo industrializado debía evitar que la llegada del año 2000, cambio para el que no existían previsiones cibernéticas, hiciera que las computadoras se bloquearan, los trenes y los aviones se detuvieran y las centrales eléctricas se apagaran.
Occidente, especialmente Estados Unidos, descubrió que no tenía informáticos suficientes para calmar la ola de ansiedad. El único país que disponía de la capacidad cultural y tecnológica, el dominio del idioma y los números para “salvar a la civilización occidental”, era India. Decenas, cientos de miles de ingenieros informáticos, contestaban por e-mail a clientes desconocidos que, cuando la fecha cambió y el mundo no se paró, se volvieron clientes habituales. Fue la explosión que aceleró los ritmos de crecimiento.
Sin embargo, mientras en el siglo xx India atraía por los sueldos bajos, después del “big bang” en Bangalore se hacen investigaciones y se toman decisiones que influyen en todo el planeta. En el Instituto Indio de Ciencias (iis, en la foto), apenas 3 mil estudiantes se benefician de estudiar con mil de los mejores científicos del país. “Los que no superan nuestras selecciones –dice con orgullo el director– pueden intentarlo en Harvard, que es menos selectiva.” Es algo que comprobó también el rector de la universidad inglesa de Oxford Chris Patten. Cada año Patten recorre las mayores ciudades indias para reclutar a los mejores cerebros y ofrecerles becas y un futuro mejor en Inglaterra. Cada año le resulta más difícil ocultar que los mejores son los que se quedan. A pesar de eso, el 12 por ciento de los profesores de materias científicas en las universidades estadounidenses, y el 36 por ciento de los matemáticos de la nasa, provienen de India. Antes lo que le otorgaba estatus a un científico indio era tener una importante carrera académica en el exterior. Ahora, la medida del éxito es volver, ya que India puede atraer a una parte de los cerebros que emigraron y ofrecerles trabajos prestigiosos, buenos sueldos y reconocimiento social. Los que ingresan a la iis, o los “fracasados” que se van a Harvard o a Oxford, son sólo la parte visible de un iceberg que produce cerebros día y noche. En las 380 facultades científicas del país cada año se gradúan 200 mil ingenieros y otros 300 mil en matemáticas, física, química y biología.
Y ahí está la clave de la gran transformación de India: en la inmaterialidad posmoderna de su modelo de desarrollo. Produce ideas, cultura, conocimiento. India no existe en el mercado mundial del hardware, pero triunfa en el mercado del software. India nunca tuvo la masa crítica de capitales para hacer inversiones en la industria pesada. Todavía está empezando a reformar su red de transportes, autopistas, líneas ferroviarias, aeropuertos, algo que China empezó a hacer hace 20 años. En teoría, para un modelo de desarrollo que está apuntalado en lo inmaterial, más importante y valioso que un ferrocarril es una buena línea de Internet.
LA DIFÍCIL SINERGIA CON CHINA. La cooperación entre China e India es probablemente el hecho geopolítico más importante de nuestros tiempos. De manera muy simplificada, se ha descrito esta sinergia como la especialización de China en la producción industrial pesada y la de India en lo científico-técnico. Armonizar estas economías (junto a las cercanas de Indochina, Indonesia, Malasia, Bangladesh y Filipinas, que juntas suman los habitantes de Europa o América Latina) significa otorgarle a esa zona el liderazgo global. Para aprovechar estas sinergias se requiere un esfuerzo titánico de las clases dirigentes para reducir las asimetrías.
La crónica falta de infraestructuras en India podría integrarse con la potencia de China en ese sector. Serían inversiones de decenas de miles de millones de dólares en las cuales India ve el peligro de una penetración china, como afirmó el gobierno del Partido del Congreso (centroizquierda), cuando el 30 de agosto bloqueó la concesión de la construcción de numerosos puertos a dos compañías chinas, la Hutchison Port Holdings y la Chinese Harbour Engineering Co. “Motivos de seguridad nacional”, alegó el gobierno.
Es sólo uno de los ejemplos de un proceso de integración pendiente y, sobre todo, de cómo la opción geopolítica de India es incierta. Entre China, Rusia, Brasil, Sudáfrica, y hasta Irán y Venezuela, los grandes motores del sur del mundo, India es la que parece más cercana a Estados Unidos. La política exterior busca mantener buenas relaciones con todos. En los últimos meses, el primer ministro, Manmohan Singh, ha participado en la cumbre de los No Alineados en Cuba, país con el que mantiene excelentes relaciones y con el que firmó acuerdos estratégicos. También se ha mostrado irreductible en considerar a Irán como un proveedor indispensable de energía, pero alcanzó un acuerdo fundamental con Estados Unidos en materia de energía nuclear. Al mismo tiempo, no puede no seguir considerando a China como un socio privilegiado, como atestigua la apertura del paso himalayo de Nathu La entre ambos países. El problema es cuánto tiempo le será posible mantener los actuales equilibrios. Elegir entre Teherán, Washington o Pekín, podría llegar a ser muy doloroso para la nueva India.


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