Brecha – Algo no anda, señor Olmert

Las potencias occidentales fueron cómplices de Israel en otra semana de destrucciones y masacres de civiles, como en Qana, donde murieron 37 niños. Sin embargo la destrucción sistemática de Líbano no obedece a la victoria militar contra Hizbollá que sigue propagandeando Israel, mientras la organización proiraní se fortalece políticamente.

Gennaro Carotenuto desde Roma

En el día 23 de una guerra lanzada como una rápida operación de castigo, los muertos han llegado a los 900 según cifras oficiales del gobierno libanés presidido por Fuad Siniora. Casi todos son civiles libaneses ?19 son los civiles israelíes muertos? y entre ellos hay al menos 200 niñas y niños. Muchos menos son los combatientes, que serían 46 milicianos de Hizbollá, 36 soldados israelíes y 26 libaneses, un ejército que sin lograrlo intenta no ser involucrado en una guerra de la cual saldría anonadado. Si milicianos y soldados parecen casi a salvo, la guerra es real y, como una plaga bíblica, ya ha causado un millón de prófugos, la cuarta parte de la población libanesa, los cuatro quintos de la población del sur del país invadido por Israel.
Este millón de personas no sabe a dónde ir. Un taxi a Damasco sale 1.800 dólares, una suma inalcanzable para la mayoría. Entonces se quedan, donde pueden; a veces se suman a los palestinos en los campos de refugiados en una situación que es ya humanitariamente explosiva y sigue deteriorándose. La noche del martes, en el valle de la Bekaa, las tropas especiales israelíes tomaron un hospital capturando a cinco milicianos de Hizbollá internados allí. Buscaban jefes, pero igualmente podrían ser útiles para canjearlos por los dos soldados israelíes prisioneros desde el 12 de julio. Los cuerpos especiales, cuando se retiraron, dejaron 16 cuerpos sin vida en el hospital. La noche siguiente, después de nueve días de gracia, los F16 con la estrella de David volvieron a bombardear los barrios del sur de Beirut. Son los barrios chiitas ?afirman desde Tel Aviv, como si fuera una culpa? y ahí pueden estar escondidos los combatientes de Hizbollá. Son los barrios más pobres, y la gente se queda porque no tiene dónde ir. Los puestos de los cascos azules, en el sur del Líbano, han sido atacados por los israelíes ya ocho veces, y cuatro soldados pertenecientes a la onu han muerto la pasada semana.

UNA GOTA EN EL MAR. Desde el inicio de los bombardeos se habla de instituir un corredor humanitario para hacer llegar ayuda a la población. Hasta ahora no hay nada. No se puede hacer nada; hasta el gobierno de Bélgica ha protestado oficialmente ante su homólogo israelí. Sin embargo, es curioso que en el aeropuerto de Beirut, parcialmente destruido, han logrado aterrizar siete aviones provenientes de Amman, la capital de Jordania, y al menos 20 camiones han llegado por tierra desde Kuwait. Son una gota en el mar, que contribuye a desvelar un diseño político del gobierno israelí que pretende minimizar el papel de las Naciones Unidas y de los países occidentales. Al mismo tiempo ?ametrallados, humillados e impotentes los cascos azules de la onu, las organizaciones humanitarias occidentales y los gobiernos supuestamente amigos? Israel se da cuenta de lo insostenible de la situación. Así, de manera más solapada y silenciosa, permite que lleguen ayudas desde algunos países árabes que sin embargo no cubren ni el 10 por ciento de las exigencias.
Mientras tanto el Tsahal, el ejército israelí, se jacta de haber destruido al menos cien puentes en todo el país, todos los depósitos petrolíferos, todas las carreteras hacia el sur y hacia Siria. Son miles de millones de dólares de daños, y lo más curioso es que tampoco le resultó difícil, ya que la aviación israelí no tiene casi oposición. Según Israel, son medidas necesarias para cortarle los suministros a Hizbollá. La realidad es que también cortan el camino a las ayudas humanitarias y a los prófugos que huyen. Para llegar desde Beirut a Sidón son necesarias al menos siete horas por carreteras de montaña, contra una hora apenas en tiempos de paz pasando por la costanera. Los camiones ?aunque no fueran bombardeados? no pueden llegar porque no les alcanza el carburante. Este recurso escasea en todo el país pero sobre todo en el sur, donde al menos tres hospitales tuvieron que cerrar.
Un país densamente poblado, de unos diez mil quilómetros cuadrados, es bombardeado desde hace más de tres semanas desde tierra, aire y mar con bombas y municiones de todos los calibres. Aumentan los rumores sobre el uso de armas químicas y por lo menos cien bombas gbu-28 de uranio empobrecido, entregadas por el ejército de Estados Unidos, habrían sido ya utilizadas por los israelíes, expandiendo también en estas tierras la misma peste radiactiva con la cual Washington quiso contaminar Belgrado, Kabul y Bagdad. No son los únicos proyectiles de uranio empobrecido, ya que también los tanques Merkava han sido cargados con este tipo de arma. A los daños humanos se suman los ambientales. La destrucción de la central eléctrica de Jiyyeh, 30 quilómetros al sur de Beirut, causó el derrame de 15 mil toneladas de combustible que contaminaron 80 quilómetros de costa mediterránea. Una marea negra que se va expandiendo en el Mediterráneo sin que nadie pueda intervenir y ante el silencio de los medios.
Mientras en el Líbano hay guerra, el Tsahal no descuida el frente sur. Ayer, en la Franja de Gaza, cien tanques Merkava ingresaron varios quilómetros en territorio palestino a la altura de Rafah. Dejaron ocho muertos, entre ellos un niño de 8 años. En la microscópica Gaza, en apenas un mes el ejército israelí causó 166 muertos ?entre ellos 40 niños y 14 mujeres? y 948 heridos, 307 de los cuales menores de edad.

DESASTRE POLÍTICO Y DIPLOMÁTICO. Al menos 12 mil soldados israelíes estarían actualmente violando el territorio libanés. Una invasión. Entre ciudades y pueblos, al menos 11 localidades estarían tomadas por los ocupantes. No ha sido suficiente para impedir que Hizbollá lanzara, sólo durante el miércoles, 200 misiles hacia el territorio israelí, causando un muerto y 21 heridos en varios lugares de Galilea. Si el poderío del ejército israelí pretende dar a cada instante la idea de que puede lograr cualquier objetivo, más de tres semanas de guerra han demostrado que la agresión a Líbano está en punto muerto. No es creíble que la única estrategia israelí sea la venganza. Pero lo único que el Tsahal deja traslucir son los signos de una falta total de estrategia más allá de los bombardeos, que han hecho retroceder a Líbano 50 años en la historia, sin poder derrotar militarmente a Hizbollá y fortaleciendo políticamente día a día a esta organización.
Cuando Ehud Olmert afirma que la guerra terminará cuando sea eliminada Hizbollá, parece no considerar que detrás de Nasrallah
?líder de esa organización? hay al menos 800 mil libaneses, pero muchos más terminarán mirando con simpatía a esa organización. El mismo Fuad Siniora, prooccidental y antisirio, tuvo que agradecer a los milicianos de Hizbollá por la heroica defensa del territorio nacional. Hoy en día el 87 por ciento de los libaneses apoya la resistencia de Hizbollá a la agresión israelí, entre ellos el 80 por ciento de los cristianos. Para Israel es un desastre político-diplomático.
También el rey Abdallah de Jordania, un amigo de Israel y de Occidente, condenó la estrategia israelí que sólo provoca el aumento de la influencia de los movimientos radicales islámicos. Crear una vez más una franja de seguridad en el sur, como pretende volver a hacer el estado mayor del Tsahal, traslada el problema un poco más al norte, como los 18 años de sangrienta ocupación finalizada en 2000 deberían haber enseñado. La pretensión sin sentido ni posibilidades de Ehud Olmert, que exige el envío de 15 mil cascos azules ?combatientes? que hagan en el sur de Líbano el trabajo sucio que el Tsahal no logra concluir, testimonia la caída vertical del realismo político israelí.
Israel, respaldado por Estados Unidos, Gran Bretaña y pocos más, pretende que la onu haga respetar la resolución 1.559 desarmando a Hizbollá, aunque no quiere respetar ninguna de las decenas de resoluciones que la involucran. Ningún país del mundo, pero mucho menos los gobiernos de Francia, Italia y España, pueden permitirse dejar en Líbano varias decenas de muertos ?de eso se trata? en pos de evitar que algunos misiles Katyusha caigan en territorio israelí. Así, los pálidos intentos de la comunidad internacional de obtener un alto el fuego a corto plazo, que abra camino a la llegada de tropas internacionales, están trabados por el respaldo sin límites angloestadounidense (y alemán) a la continuación de la agresión y por la pretensión del gobierno israelí de que las tropas internacionales lleguen antes de un alto el fuego.
Mientras, tanto Ehud Olmert como su ministro de Defensa, el ?pacifista? Amir Peretz, parecen superados por los eventos. Mientras el dirigente del Likud, Ariel Sharon, y el laborista Ehud Barak, los dos antecesores de Olmert, eran generales cargados de medallas, tanto Olmert como Peretz necesitan mostrarse fuertes, y así dejan las manos libres al estado mayor del éjercito que, aparentemente, es quien está realmente gobernando a Israel en este momento.