Brecha – Masacres estadounidenses en Irak – “Cosas que pasan”

George W Bush cayó sin avisar por Irak, como manera de festejar ?en el terreno? la muerte del número uno de Al Qaeda en ese país, Al Zarkawi, y de paso sacar alguna rentita electoral en Estados Unidos e insistir con eso de que en Bagdad ?la situación está controlada?. Por los mismos días, tres presos se suicidaban en la base estadounidense de Guantánamo y se conocían detalles de matanzas perpetradas por marinos en Irak y Afganistán.

Gennaro Carotenuto desde Roma
Nouri Al Maliki, primer ministro iraquí, recibió una llamada telefónica muy especial en la mañana del martes: ?Venite a la embajada?. Ni siquiera fue necesario explicarle cuál embajada; se levantó y fue. Ahí lo esperaba George W Bush. Al Maliki, el primer ministro iraquí, no tenía idea de que el presidente de Estados Unidos hubiese viajado a su país. Se sacaron algunas fotos, se dijeron algunas frases rituales celebrando los triunfos mutuos y su confianza en logros futuros y se fueron, cada uno por su lado. Por lo menos esta vez Bush estuvo en Bagdad y no se limitó a permanecer en el aeropuerto. En su única visita anterior, en noviembre de 2003, ahí se quedó, sacándose fotos mientras en el comedor del aeropuerto mismo repartía un pavo enorme entre los soldados. Sólo después se supo que el pavo que relucía rodeado de papas al horno era de plástico, de esos que se usan en publicidad.
El hecho de que ningún ciudadano iraquí ?ni siquiera el primer ministro? fuera informado de la visita relámpago de Bush a Irak es bien ilustrativo de la realidad de las cosas: los que siguen mandando en ese país son los invasores. Sin embargo, Al Maliki no se enojó: aquella convocatoria tan insólita y tardía del presidente de Estados Unidos constituyó para él un día para celebrar. Caben dudas, por el contrario, acerca de si Bush recuerda siquiera el nombre de su interlocutor iraquí. Al presidente estadounidense lo que le interesaba esencialmente era sacar provecho electoral ?se acercan las elecciones de mitad de período? de la muerte del enemigo público número uno, el dirigente de Al Qaeda en Irak Al Zarkawi, un hecho que le reportó a Bush un aumento de dos puntos en su índice de popularidad. La desaparición de Al Zarkawi no cambia la situación en el terreno ?según el centro de estudios indio saag, el dirigente fue eliminado por la propia resistencia? pero Washington la presenta como un éxito.
Bush intentó también, con su viaje a Irak, acallar las voces críticas sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por su país en Irak, en Afganistán y en Cuba. Y también para intentar desmentir a quienes niegan la realidad de las proclamas triunfales y que las tropas ocupantes controlan totalmente la situación en Irak o en Afganistán. Hace ya tres años que Bush afirmó urbi et orbi que en Irak ?la misión? ya se había cumplido.
Tampoco la prensa estadounidense estaba al tanto del viaje de Bush. Tanta era la necesidad de seguridad, que hasta un hombre cercano al presidente como el ministro de Justicia, Alberto González ?el mismo que defiende la ?liberalización? de la tortura?, se enteró de ella por tevé.
LA SANGRE DE LOS VENCIDOS. El 28 de mayo un camión estadounidense terminó su carrera desenfrenada matando a cinco civiles en el barrio de Shurai Somali, en Kabul, Afganistán. El hecho derivó prácticamente en una insurrección popular, a la cual los ocupantes respondieron con… otra masacre. Hay quien afirma que los muertos fueron varias decenas. Numerosos corresponsales occidentales en la capital afgana coincidieron en que si la insurrección hubiese sido programada, y no espontánea como fue, hubiese podido tomar la capital, la única ciudad del país donde se suponía que el control estadounidense y del gobierno colaboracionista era firme. Sin embargo, también en Afganistán la otan necesita más hombres, más tanques, más aviones, para seguir ?exportando democracia?. El 8 de junio, en Bruselas, la OTAN decidió aumentar sus tropas en Afganistán de 9 mil a 17 mil hombres, toda una muestra de la inestabilidad de la situación. Son tan brutales los métodos de esos soldados ?hasta el gobierno afgano les pide mayor respeto por las vidas de los civiles? que están logrando que los talibán sean percibidos como resistentes y libertadores.
En Bagram, siempre en Afganistán, al marino Corsetti le gustaba que lo llamaran ?el príncipe de la tortura?. En la noche del 4 al 5 de diciembre de 2002 Corsetti asesinó a dos civiles. Una de las víctimas, Dilawar, era un conductor de taxi que odiaba a los talibán, y sin embargo fue torturado como tal durante la última semana de su vida. De su compañero de celda, Habidullah, se conoce sólo el número que le habían asignado en la cárcel: el 412. Corsetti ha sido absuelto de todo cargo por un tribunal militar. Según denunció Amnistía Internacional, sus jefes, Carolyn Wood y Christofer Beiring, fueron promovidos y enviados a Irak, a Abu Gjraib, donde seguramente siguieron aplicando las mismas técnicas. El hecho es que la tortura está explícitamente permitida por las directivas generales aprobadas por la Casa Blanca en el memorando de febrero de 2002, redactado por Alberto González, aprobado por Donald Rumsfeld y suscrito por George W Bush. Ese texto excluye de los beneficios de la Convención de Ginebra a los llamados ?enemigos combatientes? como Dilawar.
También en Irak la situación está fuera de control, tanto política como militarmente. El propio primer ministro Al Maliki, en una entrevista concedida al New York Times, afirmó que las violencias estadounidenses contra civiles son ?un hecho cotidiano?. De acuerdo a varios testimonios, Al Zarkawi fue liquidado a palazos y patadas por los marines, cada vez más a menudo acusados de cometer matanzas. Una de las peores tuvo lugar en Haditha, un pueblo de la provincia de Anbar, en Irak, el 19 de noviembre de 2005, como represalia por la muerte de un cabo de los marines. Allí, 24 civiles, entre ellos mujeres y niños, fueron semienterrados vivos y luego acribillados a balazos. Durante meses los altos mandos estadounidenses afirmaron que se trataba de terroristas, hasta que la verdad se supo, con lujo de detalles, tras la publicación de una investigación en el semanario Time. La masacre de Haditha fue comparada a la de My Lai, en Vietnam.
Lo sucedido en Faluya, la ciudad mártir cuyos habitantes fueron bombardeados con armas químicas y luego rematados a lo largo de varios días, también se supo tras denuncias de medios de prensa occidentales. Y fue gracias a la denuncia del diputado demócrata y héroe de guerra (¡sic!) en Vietnam John Murtha que hoy están detenidos los siete marines acusados de haber asesinado sin ninguna motivación y a sangre fría a un civil iraquí en Hamadiya, un pueblo al oeste de Bagdad. A su vez, fue la cadena británica bbc la que permitió que saliera a luz la masacre de Ishaki, del 15 de marzo, cuando cinco niños, cuatro mujeres y dos hombres fueron ejecutados de un tiro en la nuca por soldados estadounidenses. El más pequeño de los niños tenía seis meses. La versión oficial sostenía que todos habían muerto tras el derrumbe de su casa en el curso de una batalla entre marines buenos y terroristas malos. Comentando estas noticias, el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo: ?Son cosas que pasan?.