Sorpresivamente la república islámica iraní canceló la prohibición para las mujeres de entrar en las canchas. Era una interdicción que duraba desde la revolución de 1979.
Gennaro Carotenuto desde Roma
El mismo día en que el presidente iraní volvió a amenazar a Israel, y a menos de dos meses de que comience el Mundial de Alemania, en el cual participará el equipo iraní, cayó uno de los muros que en este país discriminan a las mujeres. Seguramente no es el más importante, aunque para las mujeres iraníes es un hecho simbólico relevante. El sistema de segregación está en la base de la moral oficial iraní. El ayatolá Khomeini había afirmado que “cada vez que una mujer roza a un hombre en un ómnibus o en la calle –o en un partido de fútbol– es un terremoto que hace temblar las bases de la revolución islámica”. Hoy Ahmadine-jad afirma lo contrario: “La presencia de mujeres en espacios públicos promociona la castidad”. El partido de ajedrez sobre la moral islá-mica da así un paso liberalizador. Apenas tres días antes había dado otro en sentido conservador: las mujeres que no lleven el heijab, el velo islámico iraní, de la manera correcta, arriesgan ir a la cárcel.
El derecho de asistir al fútbol para las mujeres ha sido un síntoma de las contradicciones internas de la sociedad iraní. En febrero el director de cine Jafar Panahi, con su película Offside, triunfó en Berlín ganando el Oso de Oro. La película muestra cómo las chicas entraban al campo disfrazadas como chicos. En diciembre de 1997, mientras el equipo de Irán jugaba el partido decisivo para la clasificación al Mundial de Francia del año siguiente, 3 mil chicas esperaban y alentaban fuera del estadio. En el momento del gol decisivo irrumpieron en la cancha. Al final del partido, por primera vez en la historia del país, mujeres y hombres festejaron juntos. El fútbol había servido para abrir espacios de modernización cultural y hoy el régimen se rinde frente al fútbol. La prohibición no regía más. El régimen tuvo que aceptar que las corresponsales extranjeras pudieran entrar para relatar los partidos, y cuando el equipo de Irlanda llegó al estadio Azadi no fue posible excluir a las mujeres irlandesas. Afuera, cientos de chicas locales intentaban colarse. Ahora triunfaron y pueden ver todo el fútbol que quieren. Hasta aburrirse, como todas las mujeres del mundo.
Gennaro Carotenuto