Brecha – Turquía entre los militares y el islam

Dos Turquías se desafían. De un lado, el ejército y la izquierda defienden el Estado laico; del otro, el popular primer ministro Recep Tayyip Erdogan, islamista moderado, aspira a la presidencia de la república, poniendo en riesgo –según sus críticos– la laicidad del sistema kemalista.
Gennaro Carotenuto

Miles y miles de banderas turcas (la más grande medía más de 500 metros) marcharon desde la plaza Tandogan de Ankara hasta el mausoleo de Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna y laica. Debajo de las banderas había entre 300 mil (cifra oficial) y un millón de personas llegadas desde todo el país. Pedían al actual primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, de 53 años, que no se presente como candidato a la presidencia de la república. La elección la realiza el Parlamento y Erdogan resultaría fácilmente elegido ya que su Partido del Desarrollo y Progreso, una suerte de “democracia cristiana” islámica, cuenta con una amplia mayoría de legisladores.
El presidente de Turquía, como en todo sistema parlamentario, tiene poderes limitados, pero es considerado el custodio de la laicidad del Estado republicano, tal como lo diseñó su fundador Atatürk. Por eso la candidatura de Erdogan es considerada políticamente inadmisible, y también por eso cuando Atatürkcu Dusunce Dernegi, la asociación que defiende la ortodoxia del pensamiento kemalista, convocó a la marcha las adhesiones fueron múltiples. Empezando por el partido kemalista, hoy en la oposición, y siguiendo por los partidos de izquierda, los sindicatos y las organizaciones que representan a los docentes universitarios, los estudiantes y especialmente a las mujeres.
Aunque Erdogan haya gobernado hasta ahora con pragmatismo y la economía crezca en el orden de 7 por ciento, su política resulta difícil de descifrar. Si bien ha impulsado la inserción, todavía lejana, de Turquía en la Unión Europea, también intentó eliminar la actual prohibición rígida del uso del velo en las oficinas públicas. Su mujer y su hija llevan velo, algo que todavía hoy resulta inusual en los sectores dirigentes de la Turquía republicana. Se le acusa de haber favorecido la educación islámica, de haber intentado reintroducir el adulterio como crimen en la legislación del país, y en muchas ciudades donde su partido gobierna se ha llegado a prohibir el consumo de alcohol. Además, y esta puede ser la clásica gota que espera el vaso para desbordarse, está buscando reinsertar el uso del alfabeto árabe en igualdad de condiciones con el alfabeto latino, lo que desmontaría una de las principales reformas de Atatürk. Para la Turquía laica, que aún controla los aparatos del Estado, esto sería, como escribió el diario Cumhuriyet, “un salto atrás de cien años”.

EL PADRE DE TODOS LOS TURCOS. Mustafá Kemal, que en 1934 tomó el apellido de Atatürk, que significa “padre de los turcos”, fundó en 1923 la Turquía moderna sobre las ruinas del imperio otomano. La base –autoritaria– del nuevo Estado era la laicidad. En ese espíritu, el kemalismo le dió la espalda a Asia y a una enorme región turcófona que llega hasta China, adoptando el alfabeto latino. Kemal nació en 1881 en Salónica, hoy parte de Grecia. Esta ciudad, junto a Esmirna y Estambul, era entonces una de las urbes más cosmopolitas y brillantes de Europa. Participó en el movimiento de los “jóvenes turcos” y como militar combatió en todos los frentes, contra los búlgaros, italianos, ingleses, australianos y rusos, pero siempre fue derrotado y no pudo impedir la ocupación extranjera. En ese contexto se rebeló contra el sultán que asistía pasivamente a la disolución del imperio, derrotó a los griegos que desde Esmirna avanzaban sobre Ankara y logró que las grandes potencias renegociaran en Sèvres el duro “tratado de paz” que se le había impuesto a los turcos luego de la derrota en la Primera Guerra Mundial. De Occidente también obtuvo el reconocimiento del nuevo Estado que vio la luz oficialmente en 1923. Abolió el califato y sustituyó la ley islámica con códigos de inspiración europea, prohibió el fez y el velo, revolucionó la educación, los transportes y la industria. Según el historiador Arnold Toynbee, Kemal fue uno de los más grandes modernizadores de toda la historia de la humanidad.

¿ES POSIBLE UN NUEVO GOLPE? Desde las reformas kemalistas, y especialmente después de la inserción en la otan y la estrecha alianza con Estados Unidos, el ejército ha sido el “protector” del Estado contra los “enemigos” del statu quo, ya fueran los comunistas, la minoría interna de los kurdos o los religiosos. Desde 1960 hubo tres golpes de Estado y hace tan sólo diez años los militares obligaron a dimitir al primer jefe de gobierno islámico, Necmettin Erbakan, después de apenas un año en el cargo. Es obvio entonces que haya corrido cierto escalofrío por alguna espalda cuando el pasado jueves el general Yasar Büyükanit, comandante del ejército, declaró: “Espero que también el próximo presidente sea leal con los principios de la república”. Y tampoco es difícil de entender por qué justamente esta semana el semanario Nokta reveló todos los detalles sobre un golpe perfectamente organizado que estuvo a punto de estallar cuando Erdogan asumió el cargo de premier en 2004.
Lo cierto es que el general Büyükanit está presionando a la clase política desde hace tiempo –y no lo esconde– porque considera necesario invadir el Kurdistán iraquí, ya prácticamente independiente. El gobierno de Ankara se opone al referéndum para la autodeterminación de esta región de Irak y continuamente pide al gobierno de Bagdad la posibilidad de perseguir a los guerrilleros kurdos dentro de ese territorio. La posición turca sobre este asunto es un elemento de fricción también con Estados Unidos, que considera la zona petrolífera de Kirkuk, el Kurdistán iraquí, la única relativamente tranquila del país ocupado.