Brecha – Líbano – Entre la primavera y la guerra civil

Después del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, el país de los cedros está viviendo entre la posibilidad de democratización y el peligro de que la ruptura de los equilibrios provoque un retorno a la guerra civil mientras Estados Unidos sopla sobre el fuego.
Gennaro Carotenuto
Desde Roma   


Dos semanas después del asesinato de Hariri, las carpas en la Plaza de los Mártires en Beirut obtuvieron un primer éxito. Omar Karami, anciano primer ministro libanés filosirio, anunció su dimisión ante el parlamento. Las dimisiones han sido acogidas con alegría por los miles de manifestantes que están exigiendo el retiro de la presencia militar siria en el país, la misma que desde los acuerdos de Taif, al final de la guerra civil, ha contribuido a garantizar la estabilidad y el reparto del poder entre las distintas comunidades libanesas. Rafik Hariri, uno de los cien hombres más ricos del mundo, que había sido ministro por primera vez en 1992 y por otras cinco veces hasta 2000, fue asesinado el pasado 14 de febrero con un coche bomba. Desde Estados Unidos inmediatamente se ha culpado del crimen a Damasco, en un contexto donde Siria es el actor que menos tiene que ganar si se desencadenara una crisis. Muchos observadores han visto en el asesinato de Hariri la típica búsqueda de un casus belli, un hundimiento del Maine, un atentado de Sarajevo, un golfo de Tonkín, todos eventos históricos provocados para justificar guerras en el pasado.


En las protestas participa la comunidad musulmana sunita, la cristiana, la cristiana-maronita, y una parte minoritaria de la comunidad chiita, mientras Hizbollá &endash;es un dato político clave&endash;, que representa a una parte importante de la mayoría chiita, ha tenido una postura más bien neutral en la actual crisis. Es una actitud interesante que podría preludiar una participación de Hizbollá en un gobierno de unidad nacional después de las elecciones que están programadas para el próximo mes de mayo.


Bashar Al Assad, desde Damasco, ha tenido hasta ahora una actitud dialogante. Los acuerdos de Taif y la resolución 1.559 de las Naciones Unidas, aprobada el pasado setiembre, prevén el retiro de los 14 mil soldados sirios y el desarme de Hizbollá. Damasco afirma planear el retiro definitivo en los próximos meses en un contexto donde pueda ser discutida la seguridad de sus fronteras. El joven Bashar está entre la espada y la pared. Perdido el aliado Saddam Hussein, Siria, un país con escasos recursos naturales, necesita la relación con Líbano, en la forma que sea, aunque ya haya abandonado el sueño de la Gran Siria que fagocitaría el país de los cedros. En la costa mediterránea trabajan al menos 700 mil sirios en condiciones muy humildes, que envían remesas de dinero importantes para Damasco. Con el Golán todavía en manos israelíes, el desarme de las milicias de Hizbollá y la salida del ejército llevarían a Damasco a una posición estratégicamente indefendible.


Es lo que quieren Estados Unidos e Israel. El miércoles, desde Londres, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, después de la dimisión de Karami buscó premeditadamente aumentar la tensión que con las dimisiones se había suavizado. Para Rice el papel de Siria es nefasto en el rediseño de Oriente Medio según los deseos de Estados Unidos, especialmente en el momento en que Hamas encuentra en Hizbollá el principal respaldo para continuar la resistencia palestina. Desde Londres, Rice sostuvo que Siria permite a la resistencia iraquí utilizar su territorio. Estados Unidos vive de forma instrumental la primavera libanesa como una aceleración y una confirmación en el camino hacia su nuevo Oriente Medio y una posibilidad de arrinconar y aislar al régimen de Bashar Al Assad, y por ende a Irán. Que el proceso democrático en curso en estos días en Beirut corra el riesgo de ser el preludio de la próxima guerra es lamentablemente probable. Si bien la oposición libanesa se comporta moderadamente y casi no cree que los equilibrios puedan realmente modificarse si Bashar, temeroso de su aislamiento, está dispuesto a ceder, al mismo tiempo ni George W Bush ni Ariel Sharon están dispuestos a renunciar, y avivan el fuego. Para ellos no es suficiente el compromiso &endash;que permita la retirada a los sirios pero salve a Hizbollá&endash; sobre el cual la dinámica política interna libanesa está llegando a un acuerdo que llevaría al gobierno de unidad nacional y a elecciones en mayo. El desarme de Hizbollá y el desamparo total de los 350 mil refugiados palestinos hacinados en el sur, más allá de la frontera de Akkó, es la imposición de la ?pax israelí? en la región. Para esto, como en otras guerras, hay que volver a soplar sobre las diferencias étnicas y religiosas. Después de la balcanización de los Balcanes y la de Irak, el proyecto es la balcanización de Líbano.