Brecha – A 50 años del Tratado de Roma – Vieja Europa, gorda e impotente

Nos vemos en lo de Angela, se dijeron los 27 jefes de gobierno de la Unión Europea. Y ahí estaba Angela, la canciller alemana Merkel, jefa de gobierno del país clave y presidenta de turno de la Unión Europea. Los esperaba bajo la puerta de Brandeburgo, que hasta hace 17 años simbolizaba la “cortina de hierro” y hoy es el corazón de Europa, en Berlín, la metrópoli más vivaz culturalmente y en mayor expansión económica del continente.

Gennaro Carotenuto desde Roma

Ahí estaba Angela con un traje color langosta, con su elegancia fuera de moda, si algún día estuvo de moda, y que recuerda pese a su fe democristiana la manera de vestir en la Alemania socialista donde se formó. Ahí está Angela, una radiante mancha color langosta rodeada por 26 jefes de gobierno, no todos hombres, pero todos vestidos de negro.

Pocas veces una foto oficial representó de manera tan clara el estado de cosas. Angela Merkel, una mujer enérgica, quiere pero no puede. Quiere revitalizar una institución golpeada por el fracaso de su proyecto más ambicioso: la Constitución, ratificada con bombos y platillos en Roma en octubre de 2004, pero rechazada por los pueblos de Francia y Holanda en referéndum. La palabra Constitución desapareció de los discursos y de los documentos oficiales, así como desapareció otro cadáver que no es posible nombrar oficialmente: “Estado de bienestar”, que –por suerte– sigue existiendo. Europa se puede sentir orgullosa de los 50 años en que barrió la guerra de su territorio y supo disminuir –aunque no anular– las diferencias entre regiones y entre países ricos y pobres. Sin embargo, está maniatada a sus límites actuales que le impiden avanzar. La izquierda radical se juntó con la extrema derecha y rechazó la Constitución por neoliberal; tuvo éxito y algunas buenas razones. Y sin embargo ahora Europa es tan neoliberal como antes, pero sin herramientas para avanzar. Esto es especialmente visible en el tema del voto al que la Constitución ponía remedio, y que ahora la sigue vinculando al No de uno cualquiera de sus 27 miembros que pueden bloquear –y bloquean– cualquier decisión.

DEPENDENCIA MILITAR. Al mismo tiempo la Unión sigue siendo víctima de una relación de dependencia militar con Estados Unidos, con el que comparte muchos intereses neocoloniales, pero quizás no la misma cultura militarista. Mientras Europa no quiera defenderse por sí misma, sus diferencias con Estados Unidos quedarán apenas en matices. Así la pobre Angela, con su traje langosta, habló y habló de la necesidad de “darle un alma a Europa”. Sin embargo, sus discursos tienen un resuello corto y ninguna concreción frente a un implante neoliberal que es el corazón de todas las contradicciones de una Unión que aceptó demasiados desafíos, como la inserción de los países ex socialistas. Desde 1957 se ha librado en Europa una guerra para aislar las instituciones económicas de cualquier control democrático de parte de los ciudadanos. El Banco Central Europeo es uno de los organismos más poderosos del mundo y sin embargo ningún órgano electivo tiene poder sobre él.

Mientras la Berliner Philarmoniker tocaba magistralmente la quinta sinfonía de Beethoven, Angela corregía cada coma de su discurso y le quitaba cualquier acento de acciones concretas y no pura retórica. Los neoliberales quieren seguir adelante y dejar los nudos de lado. La vocación social de Europa se resume así en que “el modelo social europeo une el éxito económico con la responsabilidad social”. No quiere decir nada. Es una agenda abierta que habla de todo y de nada, donde uno de los últimos adheridos, la República Checa, muy cercana a Estados Unidos, puede exigir y obtener un texto neutro y al final declararse igualmente insatisfecha y no vinculada a ninguna decisión. De esta nada –y nada más– habló Merkel en su discurso. Y quizás por una vez tenga parcialmente razón Joseph Ratzinger, que ha atacado duramente a “una Europa que arriesga la apostasía de sí misma y, frente a la crisis demográfica, despedirse de la historia”. El papa católico se preocupa por lo que le interesa: las raíces cristianas del continente, y lanza anatemas contra la laicidad. Sin embargo, ¿quién puede negar que una Europa neoliberal no es otra cosa que una extensión del Occidente estadounidense?

Algunas fechas

Cómo la historia europea ha dejado de ser una historia de guerras y por primera vez franceses y alemanes pueden nacer, crecer, envejecer y morir sin matarse entre ellos.

1945. Churchill, Stalin y Roosevelt, en Yalta, se reparten Europa en dos áreas de influencia perfilando lo que será la Guerra Fría, que dividirá al continente durante más de 40 años.

1949. En Washington nace la otan, alianza militar entre europeos occidentales y Estados Unidos. La Unión Soviética responderá con el Pacto de Varsovia.

1957. Alemania, entonces occidental, Francia, Italia, más Holanda, Bélgica y Luxemburgo firman el Tratado de Roma, que crea las primeras instituciones comunitarias, abocadas a la integración energética y económica. Desde el inicio se propone una integración más fuerte que una sencilla unión aduanera, que es lo que quiere Gran Bretaña, que no participa, y plantearse el sueño de una unión política. En 1962 entra en vigor la política agrícola común.

1965. El presidente francés Charles de Gaulle suspende la participación francesa, siendo contrario a las decisiones tomadas por mayoría y no por unanimidad.

1973. La unión aduanera es una realidad ya en 1969. En 1973 entran Dinamarca, Irlanda y Gran Bretaña. Durante años Francia se opuso a la entrada de este último país, que desde el inicio se propone como un país “euroescéptico”, favorable a una integración económica pero no política, y un freno al desarrollo de estructuras políticas comunes.

1979. Por primera vez se elige con sufragio universal el Parlamento Europeo.

1986. Entran España y Portugal después del ingreso de Grecia en 1981. Son los tres países europeos que en la posguerra habían vivido largas dictaduras filoestadounidenses. Sin embargo, al contrario de la otan, la Comunidad Europea jamás aceptó dictaduras. Desde la salida de la dictadura de Franco, hacia España serán destinados miles de millones de euros. Son los “fondos de cohesión”, un verdadero Plan Marshall para modernizarla y crear un quinto país grande y rico.

1989-1992. Cae el muro de Berlín, Alemania se reunifica y se crean las condiciones para superar la división de la Guerra Fría. En 1991 se firma el Tratado de Maastricht que, desde el 1 de enero de 1992, crea un solo mercado en los 12 países, sin más controles aduaneros sobre las mercaderías.

1992. Se disuelve la ex Yugoslavia, que se desangra durante una década de guerras civiles. La Unión Europea no logra y quizás no quiere evitar la tragedia; es un gigante económico y un enano político y sigue dependiendo militarmente de Estados Unidos.

1995. Entran Austria, Finlandia y Suecia y se llega a 15 miembros. Con el Tratado de Schengen se suprimen los controles de identidad en las fronteras entre los países de la Unión. A cambio se profundizan los controles de los inmigrantes. Para quien está adentro rigen todos los derechos, sociales, de movilidad, sindicales; para quien quiere entrar, desde el Sur o desde el Este, ninguno.

1999. Nace el euro, que desde 2002 está en los bolsillos de los ciudadanos de 11 países y se impone día a día como alternativa al dominio mundial del dólar. La Europa económica es una realidad, la Europa política necesita superar la unanimidad, especialmente en la espera de una ulterior ampliación que paralizaría cualquier toma de decisiones.

2003. Los dos socios principales, Francia y Alemania, se oponen a la agresión contra Irak que los otros tres socios mayores, Gran Bretaña, Italia y España, apoyan. Es un quiebre que hace evidente la parálisis de la Unión.

2004. Entran diez países más entre los cuales casi toda la Europa oriental, las dos islas mediterráneas de Malta y Chipre, los tres países bálticos ex soviéticos y Eslovenia, que había logrado escapar a la guerra civil yugoslava. El 29 de octubre se firma en Roma la Constitución europea. Tiene un cariz neoliberal pero se llega a un compromiso superando el problema de la unanimidad y aceptando el voto por mayoría.

2005. El 29 de mayo en Francia y el 1 de junio en Holanda los pueblos rechazan la Constitución impidiendo su entrada en vigor. Votan en contra, por motivos distintos, la derecha xenófoba y la izquierda crítica con el neoliberalismo. Para Europa –que desde 2007 admite a Rumania y Bulgaria– representa la parálisis.


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