BRECHA – El verdadero “Estado canalla”.

El caso de Nicola Calipari, el 007 italiano asesinado en Bagdad el 4 marzo, provocó un quiebre en las relaciones ítaloestadounidenses. El gobierno italiano rechazó el informe esadounidense y publicó otro donde hay acuerdo en un solo punto: tergiversar sobre la posibilidad de que fuera una emboscada deliberada.


Gennaro Carotenuto,
Desde roma


EL PASADO 4 de marzo, Nicola Calipari fue asesinado a pocos metros del aeropuerto de Bagdad por una patrulla estadounidense. Era el número dos de los servicios secretos italianos y veinte minutos antes había liberado a la periodista Giuliana Sgrena, probablemente pagando un rescate de 8 a10 millones de dólares.
La instalación de una comisión bilateral ítaloestadounidense permitía esperar que por primera vez el Pentágono aceptara formas de justicia independiente sobre crímenes cometidos por soldados estadounidenses. No ha sido así. La comisión bilateral obtenida por el gobierno de Silvio Berlusconi, apenas admitió a un diplomático y a un militar italiano como observadores sin derecho de voz. Los estadounidenses trabajaron en la construcción de una realidad ficticia que absolviera a sus tropas y culpara al aliado italiano. Este no tuvo otra alternativa que rechazar el informe estadounidense y presentar un contrainforme que desmonta punto por punto las tesis de Washington. Sin embargo nadie cuestionó la tesis del incidente y  solo la periodista Giuliana Sgrena, del diario Il Manifesto, sigue argumentando la tesis de una emboscada. Los estadounidenses no perdonan a los italianos el haber tratado con la guerrilla para liberar a sus rehenes.


EL ESTRESS MATA. De las 64 páginas del informe estadounidense, más de la mitad estaban inicialmente tachadas. Sin embargo por un increible error -o por un cálculo difícil de descifrar- la versión digital publicada en la página web del Pentágono pudo ser fácilmente violada. Fue así que se develaron informaciones, entre ellas el nombre del soldado al cual el Pentágono atribuye haber disparado contra el auto, Mario Lozano, procedente del barrio más marginal del estado de Nueva York; un culpable de película. Asombra el fallo clamoroso en la seguridad del Pentágono, que ha permitido aprender que entre el 1 de noviembre y el 12 de marzo, solo en el área de Bagdad, la guerrilla realizó al menos 3.306 acciones ?unas 25 por día- 2.400 de las cuales estaban dirigidas contra las fuerzas ocupantes. Una verdad que desmiente el agotamiento de la guerrilla sostenido por el gobierno de George W Bush y que, en palabras de la comisión estadounidense, justifica cualquier reacción por soldados amenazados en su seguridad personal en un escenario de guerra.
Para el informe estadounidense los satélites espías demuestran que el auto iba a 96 quilómetros por hora. Una precisión cientifica no respaldada con pruebas. Sorpresivamente ?para los italianos- el informe se construye con pruebas satelitales no exhibidas, y mantenidas en secreto incluso al máximo nivel de las relaciones bilaterales.
Para Estados Unidos el check point estaba señalizado, para los italianos no. Para los italianos fue simultánea la señal de la patrulla y las de decenas de balas disparadas por distintas armas; para los estadounidenses fueron lanzadas advertencias durante varios segundos y el único que balaeó el auto fue Lozano. Aún más: los italianos insisten que avisaron al aliado. Este, culpando al mismo Calipari, sostiene que no es cierto. Sin embargo, en las partes tachadas del informe se lee que hubo cortes en las comunicaciones en aquellas momentos. El informe italiano, profundamente suavizado para no elevar demasiado el conflicto -y que sin embargo es un acto de acusación durisimo contra la falta de profesionalidad del ejercito estadounidense- concluye de la manera más decepcionante: nadie duda que fue un accidente, Lozano mató Calipari por excesivo estres.
El caso Calipari es un símbulo. La espía italiana actuó respetando la Carta de las Naciones Unidas obliga a los beligerantes a respetar a la población civil desarmada por encima de las vidas de las tropas empleadas en un conflicto. Estados Unidos rompe de esta manera con la comunidad internacional, comportándose como un ?estado canalla?. Las reglas de combate adoptadas por el ejército estadounidense admiten e incitan a los soldados de este país a abrir fuego a discrección contra todo lo que evalúan como amenaza. Así asesinaron en las calles de Irak a cientos y cientos de civiles indefensos, cosa que está demostrado que no hacen los ejércitos británico, holandés, polaco o italiano que responden a reglas y culturas distintas. La segunda razón es que Estados Unidos ?junto a unos pocos ?estados canalla?- no admite bajo ningún concepto que sus ciudadanos sean juzgados por tribunales independientes. Cualquier principio jurídico moderno se basa en la igualdad frente a la ley y frente a tribunales universalmente reconocidos. No importa si el soldado Lozano es culpable o inocente, si fue él o fue otro, como no importa si mató por impericia o estres o por orden de John Negroponte, el príncipe de la guerra sucia. Lo único importante es que no será juzgado por nadie. Así Estados Unidos se convierte en culpable de la destrucción de la legalidad internacional.