Ayacucho, para un 9 de diciembre feriado continental

PARTE DE VICTORIA DE  AYACUCHO
 
Documento Nº 5
Ejército Unido
Libertador del Perú
Cuartel General de Ayacucho, a 9 de diciembre de 1824
Al Excelentísmo Señor Simón Bolívar
Libertador de Colombia, Dictador del Perú
Duplicado.
 
 Excelentísmo Señor:
 El campo de batalla ha decidido por fin que el Perú corresponde a los hijos de la gloria. Seis mil bravos del Ejército Libertador han destruído en Ayacucho los nueve mil soldados realistas que oprimían esta República: los últimos restos del poder español en América han expirado el 9 de diciembre en este campo afortunado. Tres horas de un obstinado combate han asegurado para siempre los sagrados intereses que Vuestra Excelencia se dignó confiar al Ejército Unido.

 Han pasado cuatro horas que terminó la batalla y diferentes cuerpos persiguen los dispersos enemigos en varias direcciones. Por este momento (subrayado en el original) el Ejército Libertador ofrece a Vuestra Excelencia como sus trofeos en Ayacucho, catorce piezas de artillería, dos mil quinientos fusiles, más de un mil prisioneros, entre ellos el Virrey La Serna y sesenta jefes y oficiales, mil cuatrocientos cadáveres y heridos enemigos y multitud de otros elementos militares.

 Calculo nuestra pérdida en ochocientos o mil hombres, pero la mayor parte heridos y entre ellos treinta jefes y oficiales. No hay tiempo para hacer los detalles, pues me apresuro a dar a Vuestra Excelencia este parte que le será altamente satisfactorio. Mañana podré informar a Vuestra Excelencia de los pormenores y serán más nuestros despojos. Espero que algunos más generales enemigos caerán en nuestro poder, pues están cortados por todas partes y perseguidos constantemente. Entre tanto debo instruir a Vuestra Excelencia que he tomado la libertad de conceder a nombre de Vuestra Excelencia, de Colombia, del Congreso y del Gobierno, varios premios después de la victoria, a los generales, jefes y oficiales que más han brillado en la célebre jornada que ha afirmado eternamente la independencia del Perú y la paz de
América.

 El comandante Molina, edecán de Vuestra Excelencia, y mi edecán, el capitán Alarcón, tendrán la honra de poner en manos de Vuestra Excelencia esta nota y de presentarle los sentimientos de mi humilde respeto y la consideración más distinguida.

 Dios guarde a Vuestra Excelencia.
 Excelentísimo Señor
(Firma:) Antonio J. de Sucre
 
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Documento Nº 9
Duplicado
Ejército Unido
Libertador del Perú
Cuartel General de Ayacucho, a 10 de diciembre de 1824
Al Excelentísimo Señor Simón Bolívar
 Libertador de Colombia, Dictador del Perú.

 Excelentísimo Señor:
 Ayer tarde, después de haber escrito a Vuestra Excelencia el parte de la victoria de Ayacucho, se presentó en persona con el General Lamar el General Canterac (en quien había recaído el mando de los restos del ejército español y del Virreinato por la prisión de José de la Serna), solicitando arreglar nuestra capitulación.

 Los términos en que hasta ahora hemos convenido son poco más o menos los siguientes:
 Se entregará todo el ejército español y el territorio del Virreinato del Perú en poder de sus armas, al Ejército Unido Libertador, con sus parques, maestranzas, almacenes y todos los elementos militares existentes, bagajes y caballos de las tropas y, en fin, todo lo perteneciente al gobierno español. Se comprende en esta entrega la plaza del Callao, cabal y
completamente, con todas sus existencias. Se concede a los generales, jefes, oficiales y tropas del ejército enemigo su pase a España o donde quieran con sus equipajes y propiedades, pagados sus transportes por el Perú, y serán admitidos al servicio de este Estado los que quieran continuar la carrera de las armas. Las propiedades de los españoles serán respetadas y los
que quieran dejar el país tienen un año para realizarlo.

 El navío “Asia” de la escuadra enemiga debe irse al Pacífico dentro de seis meses, y entretanto sólo puede ocuparse en su habilitación para el viaje. Los prisioneros hechos en la batalla de ayer serán puestos en libertad y lo serán también cuantos tienen los enemigos en sus depósitos tomados a los ejércitos que han combatido por la independencia del Perú.

 Me es complaciente, Excelentísimo Señor, que la libertad completa de esta República y la paz de América sea firmada sobre este mismo campo de batalla en que el Ejército Unido ha satisfecho la esperanza de Vuestra Excelencia.

 Mientras se extienden los tratados, anticipo a Vuestra Excelencia la noticia fausta del término de la guerra, a la vez que presento a Vuestra Excelencia las congratulaciones del ejército que se reconoce a Vuestra Excelencia deudor de sus triunfos, como al genio que lo ha enseñado a vencer, como al guerrero que lo ha puesto siempre en la senda de la victoria.

 Dios guarde a Vuestra Excelencia.
 Excelentísimo Señor,
(Firma:) A. J. de Sucre
 
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Documento Nº 10

En la primera página dice:
Capitulación del ejército Real del Perú y Partes de
Sucre de la batalla de Ayacucho. (Signo).
En la segunda página dice:
Perú, año 1824
Parte (tachado: detallada) con el detalle de la
batalla de Ayacucho
En la tercera página comienza:
Victoria de Ayacucho.
Ejército Unido Libertador del Perú.
Cuartel General en Ayacucho, a 11 de diciembre de 1824
Al Señor Ministro de Guerra

 Señor Ministro:
 Las tres divisiones del ejército quedaron desde el 14 al 19 de noviembre situadas en Talavera, San Gerónimo y Andahuailas, mientras los enemigos continuaban sus movimientos sobre nuestra derecha. Por la noche del 18 supe que el mayor número de los cuerpos enemigos se dirigían a Guamanga y dispuse que el ejército marchase para buscarlos. El 19, nuestras partidas se batieron en el puente de Pampas con un cuerpo enemigo y el 20, al llegar a Uripa, se divisaron tropas españolas en las alturas de Bombón. Una compañía de Húsares de Colombia y la primera de Rifles con el señor coronel Silva se destinaron a reconocer estas fuerzas que, constantes de tres compañías de Cazadores, fueron desalojadas y obligadas a repasar el río Pampas, donde se encontró ya todo el Ejército Real que había cortado perfecta y completamente nuestras comunicaciones,
situándose a la espalda.
 Siendo difícil pasar el río e imposible forzar las posiciones enemigas, nuestro ejército quedó en Uripa y los españoles en Concepción, estando así a la vista.

 El 21, 22 y 23 el encuentro de nuestras descubiertas nos fue siempre ventajoso. El 24 los enemigos levantaron su campo en marcha hacia Vilcashuamán y nuestro ejército vino a situarse sobre las alturas de Bombón hasta el 30 que, sabiéndose que los enemigos venían por la noche a la derecha del Pampas por Uchubambas a flanquear nuestras posiciones, me trasladé a la izquierda del río para descubrir nuestra retaguardia.

 Los españoles, al sentir este movimiento, repasaron rápidamente a la izquierda del Pampas. Nuestros cuerpos acababan de llegar a Matará en la mañana del 2 -de diciembre-, cuando el ejército español se avistó sobre las alturas de Pomacahuanca. Aunque nuestra posición era mala, presentamos la batalla, pero fue excusada por el enemigo situándose en unas breñas no
sólo inatacables sino inaccesibles. El 3, el enemigo hizo un movimiento indicando el combate y se le presentó batalla; pero dirigiéndose sobre las inmensas alturas de la derecha, amenazaba nuestra retaguardia. Antes había sido indiferente al ejército dejar al enemigo nuestra espalda; pero la posición de Matará después de ser mala, carecía de recursos y era por
tanto necesario seguir la retirada a Tambo Cangallo.

 Nuestra marcha se rompió muy oportunamente para salvar la difícil quebrada de Colpahuayco antes que llegara el cuerpo del ejército enemigo. Mas éste había adelantado desde muy de mañana y encubiertamente, con cinco batallones y 4 escuadrones, a oponerse en este paso impenetrable. Nuestra infantería de vanguardia con el señor general Córdova y la del centro con el
señor general Lamar habían pasado la quebrada cuando esta fuerza enemiga cayó bruscamente sobre los batallones Vargas, Vencedor y Rifles que cubrían la retaguardia con el señor General Lara. Pero los dos primeros pudieron cargarse a la derecha, sirviéndose de sus armas para abrirse paso; y Rifles, en una posición tan desventajosa, tuvo que sufrir los fuegos de la artillería y el choque de todas las fuerzas. Mas, desplegando la serenidad e intrepidez que ha distinguido siempre a este cuerpo, pudo salvarse. Nuestra caballería bajo el señor general Miller pasó por Chonta, protegida por los fuegos de Vargas, aunque siempre muy molestada por la infantería enemiga. Este desgraciado encuentro costó al ejército libertador más
de 300 hombres, todo nuestro parque, que fue enteramente perdido, y una de nuestras dos piezas de artillería. Pero él es el que ha valido al Perú su libertad.

 El 4, los enemigos engreídos de su ventaja, destacaron 5 batallones y 6 escuadras por las alturas de la izquierda a descabezar la quebrada, mostrando querer combatir. La barranca de la quebrada Corpaguayco permitía una fuerte defensa. Pero el ejército deseaba a cualquier riesgo aventurar la batalla. Abandonándoles la barranca, me situé en medio de la gran llanura de Tambo Canguayo. Los españoles, al subir la barranca, marcharon velozmente a los cerros de nuestra derecha evitando todo encuentro, y esta operación fue un testimonio evidente de que ellos querían maniobrar y no combatir. Este sistema era el
único que yo temía, porque los españoles se servían de él con ventaja conociendo que el valor de sus tropas estaba en los pies, mientras que el de los nuestros se hallaba en el corazón (subrayado en el original)

 Creí, pues, necesario obrar sobre esta persuasión y en la noche del 4, marchó el ejército al pueblo de Guaychao, pasando la quebrada Acroco y cambiando así nuestra dirección. El 5 en la tarde se continuó la marcha a Arcos Vinchos y los enemigos a Tambillo, hallándose siempre a la vista. El 6 estuvimos en el pueblo de Quinoa y los españoles, por una fuerte
marcha a la izquierda, se colocaron a nuestra espalda en las formidables alturas de Pacaycasa. Ellos siguieron el 7 por la impenetrable quebrada de Guamanguilla y al día siguiente a los elevados cerros de nuestra derecha, mientras nosotros estábamos en reposo. El 8 en la tarde quedaron situados en las alturas de Cundurcunca, a tiro de cañón de nuestro
campo. Algunas guerrillas que bajaron, se batieron esa tarde y la artillería usó sus fuegos.

 La aurora del 9 vio estos dos ejército disponerse para decidir los destinos de una nación. Nuestra línea formaba un ángulo: la derecha, compuesta de los batallones Bogotá, Voltígeros, Pichincha y Caracas de la primera división de Colombia, al mando del señor general Córdova (al pie de página: 2.100 hombres); la izquierda, de los batallones 1º, 2º, 3º y legión
peruana con los Húsares de Junín, bajo el ilustrísimo señor general Lamar (al pie de página: 1.380 hombres); al centro, los Granaderos y Húsares de Colombia con el señor general Miller (al pie de página: 700 hombres), y  en reserva los batallones Rifles, Vencedor y Vargas de la 1ª división de Colombia, al mando del señor general Lara (al pie de página: 1600 hombres). Al
recorrer los cuerpos, recordando a cada uno sus triunfos y sus glorias, su honor y su patria, los vivas al Libertador y a la República resonaban por todas partes. Jamás el entusiasmo se mostró con más orgullo en la frente de los guerreros. Los españoles, a su vez, dominando perfectamente la pequeña llanura de Ayacucho y con fuerzas casi dobles, creían cierta la victoria. Nuestra posición, aunque dominada, tenía seguros sus flancos por unas barrancas y por su frente no podía obrar la caballería enemiga de un modo uniforme y completo.

 La mayor parte de la mañana fue empleada sólo con fuegos de artillería y de los cazadores. A las diez del día, los enemigos situaban al pie de la altura 5 piezas de batalla, arreglando también sus masas, a tiempo que estaba yo revistando la línea de nuestros tiradores. Di a estos la orden de forzar la posición en que colocaban la artillería y fue ya señal de combate. Los españoles bajaron velozmente sus columnas, pasando a la quebrada de nuestra izquierda los batallones Cantabria, Centro, Castas, 1º Imperial y dos escuadrones de Húsares con una batería de 6 piezas, forzando demasiadamente su ataque por esta parte. Sobre el centro formaban los batallones Burgos, Infante, Victoria, Guías y 2º del primer Regimiento, apoyando la izquierda de éste con los 3 escuadrones de la Unión, el de San Carlos, los 4 de Granaderos de la Guardia y las 5 piezas de artillería ya situadas, y en las alturas de nuestra izquierda los batallones 1º y 2º de Gerona, 2º Imperial, 1º del primer  regimiento, el de Fernandinos, el escuadrón de Alabarderos del Virrey y dos de sus Dragones del Perú.

 Observando que aún las masas del centro no estaban en orden y que el ataque de la izquierda se hallaba demasiado comprometido, mandé al señor Córdova que lo cargase rápidamente con sus columnas, protegido por la caballería del señor general Miller reforzando a un tiempo al señor general Lamar con el batallón Vencedor y sucesivamente con Vargas. Rifles quedaba en reserva para rehacer (?) el combate donde fuera menester y el señor general Lara recorría sus ejércitos en todas
partes. Nuestras masas de la derecha marcharon arriba a discreción hasta cien pasos de las columnas enemigas en que cargada por 8 escuadrones españoles, rompieron el fuego. Rechazarlos y despedazarlos con nuestra soberbia caballería fue un momento. La infantería continuó inalterable su carga y todo plegó a su frente (subrayado en el original) Entretanto los enemigos, penetrando por nuestra izquierda amenazaban la derecha del señor general Lamar y se interponían entre éste y el señor general
Córdova con dos batallones en masa. Pero llegando en oportunidad Vargas al frente y ejecutando bizarramente los Húsares de Junín la orden de cargar por los flancos de estos batallones, quedaron disueltos. Vencedor y los batallones 1º, 2º, 3º y Legión Peruana marcharon audazmente sobre los otros cuerpos de la derecha enemiga que, rehaciéndose tras las barrancas,
presentaban nuevas resistencias. Pero reunidas las fuerzas de nuestra izquierda y precipitada a la carga, la derrota fue completa y absoluta (subrayado en el original).

 El señor general Córdova trepaba con sus cuerpos la formidable altura de Cundurcunca donde se tomó prisionero al virrey La Serna. El señor Lamar salvaba en la persecución las difíciles quebradas de su flanco y el señor general Lara, marchando por el centro, aseguraba el suceso. Los cuerpos del señor general Córdova, fatigados del ataque tuvieron orden de
retirarse, y fue sucedido por el señor general Lara que debía reunirse en la persecución al señor general Lamar en los altos de Tambo. Otros despojos eran ya más de mil prisioneros, entre ellos 60 jefes y oficiales, 14 piezas de artillería, 2.500 fusiles, muchos otros artículos de guerra, y perseguidos y cortados los enemigos en todas direcciones, cuando el general Canterac, comandante en jefe del ejército español, (subrayado en el original) acompañado del general Lamar, se me presentó a pedir una capitulación.

 Aunque la posición del enemigo podía reducirlo a una entrega discrecional, creí digno de la generosidad americana conceder algunos honores a los rendidos que vencieron catorce años en el Perú, y la capitulación fue ajustada sobre el campo de batalla en los términos que verá Vuestra Señoría en el tratado adjunto. (Véase el documento Nº 7). Por él se han entregado todos los restos del ejército español, todo el territorio del Perú ocupado por sus armas, todas sus guarniciones, los parques, almacenes militares y la plaza del Callao con sus existencias. Se hallan, por su consecuencia, en este momento en poder del ejército libertador los tenientes generales La Serna y Canterac, los mariscales Valdés, Carratalá y Villalobos, los
generales de brigada Bedoya, Ferraz, Camba, Somocurcio, Cacho, Atero, Landázuri, Vigil, Pardo y Tuy con 16 (subrayado en el original) coroneles, 68 tenientes coroneles, 184 mayores y oficiales, más de 2000 prisioneros de tropa (en nota de pie dice: El Mariscal Álvarez, los generales Montenegro y Echevarría, 63 jefes y oficiales más y hasta el completo de 6.000 prisioneros de tropa están ya entregados. Diciembre 29), inmensa cantidad de fusiles, todas las cajas de guerra, municiones y cuantos elementos militares poseían, 1.800 cadáveres enemigos y 700 heridos han sido en la batalla de Ayacucho (subrayado en el original) las víctimas de la obstinación y la temeridad española. Nuestra pérdida es de 309 muertos y 670 heridos. Entre los primeros el mayor Duxburi, de Rifles, el capitán Urquiola de Húsares de Colombia, los tenientes Oliva de Granaderos de Colombia, Colmenares y Ramírez de Rifles, Bonilla de Bogotá, Sevilla del Vencedor y Prieto y Ramonet de Pichincha. Entre los segundos, el bravo coronel Silva de Húsares de Colombia, que recibió tres lanzadas cargando con extraordinaria audacia a la cabeza de su regimiento; el coronel Luque, que al frente del batallón Vencedor entró a las filas españolas; el comandante León del batallón de Caracas, que con su cuerpo marchó sobre una batería enemiga; el comandante Blanco del 2º Húsares de Junín, que se distinguió particularmente; el señor coronel Leal, contuso, que a la cabeza de Pichincha no sólo resistió las columnas de la caballería enemiga sino que las cargó con su cuerpo; el mayor Torres de Voltígeros y el mayor Somoza de Bogotá, cuyos batallones conducidos por sus comandantes Guanch y Galindo, trabajaron con denuedo; los capitanes Giménez, Coquis, Doronzoro, Brown, Gil, Ureña, Córdoba y los tenientes Infante, Silva, Suárez, Vallarino, Otárola, Itende; los subtenientes Galindo, Chabún, Rodríguez, Malabé, Terán, Pérez, Calles, Marquina y Paredes de la 2ª división de Colombia; los
capitanes Landacta, Troyano, Alcalá, Doronzoro, Granados y Miró; los tenientes Paraya, Ariscune y el subteniente Sabino de la 1ª división de Colombia; los tenientes Otárola, Suárez, Ornás, Posada, Miranda, Montollar y los subtenientes Yzas y Albarado de la división del Perú; los tenientes coroneles Castilla y Geraldino y los tenientes Moreno y Piedrahita del E.M.G (Estado Mayor General). Estos oficiales son muy dignos de una distinción singular.

 El batallón Vargas, conducido por el comandante Morán, ha trabajado bizarramente. La legión peruana con su coronel Plaza sostuvo con gallardía su reputación. Los batallones 2º y 3º del Perú con sus comandantes generales González y Benavides mantuvieron firmes sus puestos contra bruscos ataques. Los Cazadores del número 1 se singularizaron en la pelea, mientras el cuerpo estaba en reserva. Los Húsares de Junín, conducidos por su comandante Suárez, recordaron su nombre para brillar con un valor especial. Los Granaderos de Colombia destrozaron en una carga al famoso regimiento de la guardia del Virrey. El batallón Rifles no entró en combate: escogido para reparar cualquier desgracia, recorría los lugares más urgentes y su coronel Sande los invitaba a vengar la traición con que fue atacado en Corpaguaico. Todos los cuerpos, en fin, han llenado su deber cuanto podía desearse. Los jefes y oficiales del estado Mayor se han conducido bizarramente.

 Con satisfacción cumplo la agradable obligación de recomendar a la consideración del Libertador, a la gratitud del Perú y al respeto de todos los valientes de la tierra, la serenidad con que el señor General Lamar ha rechazado todos los ataques a su flanco y aprovechado el instante que decidió la derrota. La bravura con que el señor General Córdova condujo sus
cuerpos y desbarató en un momento el centro y la izquierda enemiga; la infatigable actividad con que el señor General Lara atendía con su reserva a todas partes; la vigilancia y oportunidad del señor General Miller para las cargas de la caballería y el celo constante con que el señor General Gamarra, jefe del E.M.G. ha trabajado en el combate y la campaña; como el ejército todo ha combatido con una resolución igual al peso de los intereses que tenía a su cargo, es difícil hacer una relación de los que más han brillado. Pero he prevenido al señor General Gamarra que pase a Vuestra Señoría originales las noticias enviadas por los cuerpos. Ninguna recomendación es bastante para significar el mérito de estos bravos.

 Según los estados tomados al enemigo, su fuerza disponible en esta jornada eran 9.310 hombres, mientras el ejército libertador formaba 5.780. Los españoles no han sabido qué admirar más, si la intrepidez de nuestras tropas en la batalla o la
sangre fría, la constancia, el orden y el entusiasmo en la retirada desde las inmediaciones del Cuzco hasta Guamanga al frente siempre del enemigo, corriendo una extensión de 80 leguas y presentando frecuentes combates. La campaña del Perú está terminada Su independencia y la paz de América se han firmado en este campo de batalla. El Ejército Unido cree que sus trofeos en la victoria de Ayacucho sean una oferta digna de la aceptación del Libertador de Colombia.

(Subrayado en el original)
 Dios guarde a Vuestra Señoría
 Señor Ministro,  
                 (Firma:) Antonio José de Sucre