Brecha – Guerra hasta que nos convenga

La conferencia de Roma chocó con la negativa estadounidense a pedir siquiera un alto el fuego. Cuatro cascos azules fueron muertos deliberadamente por Israel, que sigue destruyendo científicamente el país de los cedros. Sin embargo el “Tsahal” no logra vencer la resistencia de Hizbollá y la estrategia del presidente Ehud Olmert se debilita.

Gennaro Carotenuto desde Roma
La noche del martes, en el sur de Líbano, fue un infierno. Sin embargo los cascos azules de la ONU, que presidían desde los ochenta el puesto de observación de Khian, habían respetado todas las normas. Se comunicaban continuamente con el ejército israelí, que seguía golpeando masivamente el entorno. Khian es uno de los puntos desde donde parten los misiles que martirizan la región israelí de Galilea. El puesto de la ONU está ahí para otorgar informaciones sobre estos ataques. Son los cascos azules “con binoculares”, que el ejército israelí desprecia –como afirmó un vocero del gobierno– y que pretende que sean sustituidos por otros cascos azules que hagan el trabajo sucio: desarmar a Hizbollá, en lugar de los libaneses. Diez veces –según demuestra la escalofriante investigación de la ONU– los cascos azules pidieron desesperadamente que cesara el fuego. Diez veces el mando israelí contestó que sabían que estaban ahí. Pero el fuego no cesó. Cuando un misil israelí teleguiado –es decir “inteligente”– logró matar a cuatro cascos azules, un austríaco, un canadiense, un chino y un finlandés, ya se habían contado 21 proyectiles y cuatro ráfagas de artillería disparadas contra el puesto de la ONU, toda una amenaza que el Estado hebreo lanza contra una futura misión internacional.
Frente al crimen de guerra israelí, la primera reacción del secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, fue durísima. Habló de ataque israelí “deliberado”, estando de acuerdo con el embajador chino, Wang Guangya, en pretender una resolución de firme condena de Israel. Mientras los israelíes pedían disculpas por el “error”, el embajador estadounidense en Tel Aviv, Daniel Ayalon, mentía descaradamente culpando a Hizbollá de la masacre, y John Bolton, desde la ONU, cerraba las puertas a cualquier resolución que condenara a Israel. Frente a la patética pero poderosa labor estadounidense, el valiente Kofi Annan, que pocas horas después debía llegar a Roma para la conferencia internacional sobre Líbano, dio marcha atrás y llegó a aceptar las disculpas del jefe de gobierno Ehud Olmert y hasta agradecerle por las condolencias.
BINTL JBEIL, LA MASADA CHIITA. En las guerras mediorientales los procesos de autovictimización son parte del juego. El expansionismo militarista israelí siempre se representa a sí mismo como reacción a la crueldad terrorista islámica que pretende destruir al Estado hebreo. La parte árabe argumenta la superioridad militar israelí y su terrorismo de Estado con rasgos a menudo antisemitas y metáforas nazis tan burdas cuanto apreciadas por la parte menos ecuánime de la izquierda filopalestina mundial. La palabra “Masada”, en la historia del pueblo hebreo evoca la resistencia de la fortaleza de Masada, en Judea, frente a los soldados romanos en el año 74 y es parte de la épica del pueblo judío. Ahora el pueblo de Bintl Jbeil, a apenas cuatro quilómetros de la frontera israelolibanesa, se está transformando en un símbolo de la resistencia libanesa frente a la agresión israelí. Frente a la superioridad militar israelí, la resistencia de los milicianos es una suerte de Masada chiita, donde los brutales romanos son los israelíes y los heroicos judíos son Hizbollá. Prácticamente destruido por las bombardeos, Bintl Jbeil resiste desde hace cinco días. Un testimonio recogido por la agencia ap habla de “perros entre los cadáveres de la ciudad destripada”. Robert Fisk, en las páginas del británico The Independent, relata la resistencia de los supuestos terroristas que defienden casa por casa el pueblo y han causado hasta 14 bajas a los invasores, un verdadero shock para la sociedad israelí que hasta ahora había respaldado abrumadoramente la invasión.
Tanto la prensa árabe como la israelí, a dos semanas del inicio de la guerra, se interrogan sobre la estrategia del gobierno de Olmert. Si el objetivo del furor ideológico y militar israelí era destruir a Hizbollá, está lejos de lograrlo. El 40 por ciento de chiitas que componen la población de Líbano hoy día se sienten más representados por Hizbollá, así como entre los palestinos frente al martirio de Gaza aumenta el respaldo a Hamas. Hizbollá nació de la ocupación israelí del Líbano así como Hamas se consolidó en la primera Intifada. Como Hamas, ha llegado al poder en Palestina por la irreductibilidad política israeloestadounidense, del mismo modo en Líbano el rechazo a la agresión israelí podría repetirse el mismo esquema. Si Israel pretendía la caída del gobierno de Fuad Siniora, en el que está presente Hizbollá con dos ministros, es posible que los bombardeos indiscriminados de estas semanas puedan entregar todo Líbano al “partido de Dios” chiita dificultando la labor de los cristianos maronitas, más cercanos de Occidente.
La situación libanesa bajo el fuego israelí es desesperada. Día a día vuelven a ser bombardeadas las infraestructuras de un país rehén de su impotencia. Los daños se calculan en más de 3 mil millones de dólares y –es el número más grave– un libanés de cada cuatro tuvo que abandonar su casa bajo las bombas. Por mucho menos la otan inició la guerra en Yugoslavia en 1998. Y si la alternativa era involucrar en la crisis al gobierno sirio del joven Bashar o incluso a Irán, a través de la desestabilización de la región, las dificultades militares encontradas están lanzando una siniestra señal a Israel.
LUZ VERDE EN ROMA. El miércoles 26, en Roma, se reunieron los ministros de exteriores de 14 países. Estaban ausentes Israel, Siria e Irán, los países clave de esta crisis. El objetivo de los participantes árabes era obtener un llamamiento común para un alto al fuego inmediato. El objetivo de los europeos, encabezados por el ministro de Exteriores francés, Philippe Douste-Blazy, era apuntar a una tregua limitada pero inmediata. Estados Unidos estaba preocupado de que los europeos se acercaran demasiado a las posiciones árabes. El objetivo de Condoleezza Rice era impedir que se hablara de tregua, detener cualquier perspectiva de paz inmediata, planteando un diplomático “alto al fuego sustentable”. Detrás de esta fórmula se busca otorgar a Israel todo el tiempo necesario para aniquilar a las fuerzas de Hizbollá. Aniquilamiento que está resultando mucho más difícil de lo esperado al ejército israelí, tanto que Hazem Saghieh, desde las columnas del diario libanés Al-Hayat, se pregunta “si toda la brutalidad del ejército israelí no puede con Hizbollá, ¿cómo pretendían que fuera el débil ejército libanés el que los desarmara?”. Sin embargo Israel –el país que menos resoluciones de la ONU respetó en la historia– justifica la guerra por el hecho de que el gobierno libanés no logró desarmar a Hizbollá como estaba previsto en la resolución 1.559.
Así la cumbre de Roma se ha solucionado con un triunfo parcial israeloestadounidense, el único posible, que deja al Tsahal la libertad de seguir destruyendo Líbano, para hacer permanente el retorno israelí a una zona de seguridad en el sur del Líbano y utilizar para sus fines la eventual presencia de tropas de la ONU. Frente a la probable llegada de cascos azules, la prensa árabe se pregunta. ¿Tendrían mandato de interposición o de combate? ¿Contra los dos contendientes o solamente contra Hizbollá? Si Hizbollá volviera a violar el territorio israelí intervendrían, ¿pero tendrían mandato para intervenir también si fuera el Tsahal quien violara la soberanía libanesa? ¿Y por qué –sostienen los más ingenuos– los cascos azules deben residir en el sur de Líbano y no en el norte de Israel desde donde se viola diariamente el territorio libanés? De tantas preguntas no se preocupa el gobierno israelí, para el cual “la conferencia de Roma nos dio la luz verde para seguir en la ofensiva durante varias semanas”. A falta de una condena de parte de las Naciones Unidas por el asesinato de los cuatro cascos azules, en las siguientes 48 horas los soldados de la democracia israelí han atacado un convoy de tres camiones con ayuda y medicinas ingresado desde Siria, asesinando a un camionero y destruyendo al menos dos ambulancias. Mientras tanto, en la Franja de Gaza el Tsahal no ha terminado de producir “daños colaterales”. Este miércoles, mientras los ojos del mundo miraban hacia Roma y a Beirut, 50 de los tristemente célebres tanques Merkava israelíes penetraron dos quilómetros dentro de la Franja. Cuando se retiraron dejaron 23 muertos, 14 de los cuales son civiles. Entre ellos Sabah Habib, una niña de apenas 3 años.