Italia ingobernable: como Grecia, pero mucho más grande

 

BRECHA Finalmente hubo tsunami en Italia. Lo tan temido y poco creído pasó. Berlusconi no ganó las elecciones, pero votó mejor de lo esperado; la centroizquierda ganó, pero a lo Pirro. Y un cómico “antisistema” pero confuso se convirtió en la tercera fuerza, a muy poca distancia de las dos primeras. Conocemos quien es Beppe Grillo, el hombre del cual vino el maremoto. Ahora Italia se vuelve ingobernable. Y la pesadilla de una nueva Grecia diez veces más grande, que podría hacer explotar a Europa, está a la vuelta de la esquina. 

Gennaro Carotenuto

A Italia le va a costar formar un gobierno después de las elecciones del domingo y lunes pasados. Después del desastre berlusconiano y de un año de “gobierno técnico” del economista neoliberal Mario Monti, explotó la rabia de los italianos. Repudiaron a los “técnicos”, no volvieron a Silvio pero sin dejar de votarlo, desconfiaron de una centroizquierda sin alma y premiaron abrumadoramente la protesta del Movimiento Cinco Estrellas, del comediante Beppe Grillo (véase recuadro). La centroizquierda liderada por Pierluigi Bersani, y conformada por el Partido Democrático y el sel (Izquierda, Ecología y Libertad), un cártel electoral de movimientos progresistas, ganó de manera muy ajustada en las dos cámaras. Sin embargo, los efectos de estos dos triunfos fueron muy distintos. En Diputados obtuvo el 29,5 por ciento de los votos (unos 100 mil más que el Pueblo de la Libertad, de Berlusconi, que se quedó con el 29,1, dejando el 25,5 para Grillo, que competía por primera vez). Muy pocos votos de diferencia (en 2008 la derecha ganó con el 46,8) pero que le fueron suficientes al pd para alcanzar una mayoría considerable en esa Cámara, en virtud de una ley electoral que premia al partido vencedor (los liderados por Bersani obtuvieron el 55 por ciento de los escaños).
El problema está en el Senado. La italiana es una democracia parlamentaria que prevé dos cámaras para asumir exactamente las mismas funciones, y que, para formar el Senado, “premia” a los partidos que ganan en cada región. En esta elección, la centroizquierda, con el 31,6 por ciento de los votos para sus candidatos a senadores, sólo logró 119 escaños (117 tuvo Berlusconi, 54 Grillo, apenas 18 Monti), a quilómetros de la mayoría necesaria de 158. Fue un balde de agua fría para la izquierda y para un país con una economía en franca recesión desde hace años.

¿Y AHORA QUÉ? La centroizquierda, que soñaba con gobernar autónomamente, no logró ni de cerca el objetivo. Y tampoco logró su plan B: aliarse con los aristócratas neoliberales de Mario Monti, que fue prácticamente barrido del mapa electoral (10 por ciento). Con estos números son posibles sólo dos mayorías: la primera es entre centroizquierda y Berlusconi. Sería el escenario más terrible, aunque matemáticamente fuera el que asegurara mayor “gobernabilidad”. Berlusconi no descartó una alternativa de ese tipo, que le permitiría seguir imponiendo sus intereses particulares y bloquear cualquier reforma al sistema de medios de comunicación, que controla en gran parte, salvaguardando sus intereses personales y los de decenas de otros corruptos que también resultaron electos. Sería en cambio un suicidio para el Partido Democrático, que lo desautorizaría por completo, dejando campo libre a la “protesta furiosa” de Grillo.
La otra posibilidad es buscar un acuerdo casi imposible con Grillo. El programa del Cinco Estrellas está en gran parte bastante más “a la izquierda” que el del Partido Democrático, en cuyo adn no parece bullir demasiada sangre reformadora. Grillo propone, por ejemplo, renunciar a comprar aviones de guerra F 35 y a hacer el costosísimo y ambientalmente desastroso tren de alta velocidad que uniría Turín con Francia; propone también durísimas leyes anticorrupción, quitarle los canales de televisión a Berlusconi mediante una moderna ley antitrust (que prevé, sin embargo, privatizar la estatal rai); renacionalizar varios bienes públicos privatizados; reducir en 70 por ciento el sueldo de los diputados; y discutir sobre la remuneración de los empleados públicos. Cuando gobernó (1996-2001 y 2006-2008), la centroizquierda no fue capaz de llevar a cabo ninguna medida de ese tipo, presionada como está por lobbies económicos que prefieren al muy moderado pd antes que al impresentable Berlusconi.
Sin embargo, el punto principal de la cuestión no es si el pd acepta o no un programa en algunos puntos “radical”. No está en si el pd acepta recorrer tal o cual de los estrechos caminos que se le abren. En la tarde del miércoles 26 Beppe Grillo insultó profusamente a Bersani, “un muerto que aún habla”, según dijo, cerrando todas las puertas a una alianza.
Aunque en Internet –el lugar donde se desarrolla la vida del Movimiento Cinco Estrellas– algunos exponentes del movimiento de Grillo invitan a la prudencia y a dialogar con el pd, si se cierran las puertas a acuerdos políticos se abren ahora las ritualidades de la democracia italiana, que generalmente resultan incomprensibles o absurdas a cualquier extranjero. El presidente de la República, el ex comunista Giorgio Napolitano, de 88 años, termina su mandato de siete años en mayo, y en los últimos seis meses de su gestión, que ya están corriendo, no tiene el poder de (volver a) disolver las cámaras y convocar nuevas elecciones. Además, sería necesario por lo menos cambiar la ley electoral vigente, que Berlusconi logró hacer aprobar en 2006 para impedirle gobernar a Romano Prodi. La crisis de gobernabilidad es real. La derecha berlusconiana fracasó y es internacionalmente impresentable, incluso en los ambientes conservadores. Sin embargo, mantiene una influencia decisiva en un cuarto abundante de los electores, en su mayoría personas de baja escolaridad o simplemente que responden al peor estereotipo del italiano medio, encarnado perfectamente por Silvio Berlusconi: un tipo calentón al que le molesta cualquier regla y que sólo piensa en sus intereses particulares; los tecnócratas neoliberales también fracasaron, y su exponente Monti fue repudiado por los electores; la centroizquierda es incapaz a su vez de mejorar su caudal tradicional, que no supera la tercera parte de los votos. Queda Grillo, que con su protesta aparentemente “de izquierda” le hace recordar a algunos de sus críticos viejas formas de movilización fascistoides, como su reclamo de “barrer del mapa a toda la vieja política”.

¿QUÉ PASÓ? El Tsunami Tour (este fue el nombre de la campaña electoral de Grillo) cambió el mapa electoral italiano. El cómico fue el único en llenar las plazas, de norte a sur, sin aceptar jamás ir a la televisión. Los suyos calcularon en 800 mil personas la concurrencia al acto de cierre de la campaña, en Roma. A diferencia de Grillo, los demás líderes prefirieron o bien ocupar día y noche las pantallas de tevé (Berlusconi y Monti) o bien mantener un perfil más bajo (Bersani). Manejando con sabiduría un medio, la tevé comercial, que él mismo creó y de la cual es el amo, Berlusconi logró ir repuntando de a poco desde diciembre. Aun así perdió casi la mitad de su electorado (en 2008 había logrado que lo votaran 13,8 millones de personas; en 2013 cayó a 7,6 millones, en medio de una campaña sucia en la que llegó a prometer cualquier cosa a cambio de sufragios). También su mayor aliado, la xenofóbica Liga Norte, estuvo muy lejos de sus mejores tiempos, perdiendo casi el 50 por ciento de su electorado. Así y todo su nuevo líder, Roberto Maroni, aliado con Berlusconi, alcanzó la gobernación de Lombardía, la región más rica de Italia, que en los últimos 20 años había estado en manos del Cavaliere y los suyos. Maroni fue el ministro del Interior que con su política de violación sistemática de los derechos humanos de los inmigrados logró que Italia fuera condenada por la alta corte internacional europea de Estrasburgo.
Pierluigi Bersani, 61 años, surgido del aparato del ex Partido Comunista, es un hombre respetado, pero definitivamente gris y con una imagen desgastada de político de carrera. Su gestión en el pd fue a su imagen y semejanza: lo renovó un poco, pero no demasiado. Jubiló a los dirigentes más desgastados, pero no a todos. Hoy tiene un partido más joven, pero no tanto, en todo caso mucho menos que el de Grillo, cuyo promedio de edad es de 33 años. El PD logró, en cambio, elegir el mayor número de diputadas mujeres (41 por ciento, contra 31 por ciento de la media). Pero no se puede pretender demasiado de un político que ganó las internas presentándose como el hombre de la conservación socialdemócrata del pd, y fue por esto votado por toda la izquierda, derrotando de manera ajustada al joven alcalde de Florencia, Matteo Renzi, que representaba tanto una renovación generacional como una más marcada derechización del partido. En esa disyuntiva se encontraba el pd. Durante toda la campaña Bersani dio una imagen seria pero indecisa. El ala derecha de su partido pretendía aliarse con Mario Monti. Él no supo decir explícitamente que no, pese a que mantuvo la alianza con sel, una agrupación izquierdista con una fisonomía débil. Pese a su baja votación, sel consiguió, de todas maneras, que la izquierda radical regrese al parlamento después de cinco años. Otra coalición izquierdista, Revolución Civil, un extraño engendro de pequeños partidos comunistas y jueces anticorrupción, apenas superó el 2 por ciento y quedó fuera del parlamento.
El caso de Mario Monti merece unas palabras más. El ungido por los mercados como “hombre de la providencia”, que en 2011 salvó a Italia del default, muy cercano a la gobernante alemana Angela Merkel, no supo mantenerse. Se presentó a las elecciones con el apoyo de una aristocracia imprenditorial cansada por el lado plebeyo de Berlusconi, y preocupada por su incapacidad de gobernar y su impresentabilidad internacional. Las urnas le reservaron un amargo despertar al profesor Monti, que fue, durante dos décadas, rector de la más prestigiosa universidad privada italiana y uno de los más poderosos comisarios europeos. A pesar del apoyo manifiesto de la Iglesia Católica, a duras penas alcanzó el 10 por ciento.
De lo que se ha salvado hasta ahora Italia es de la avalancha ultraderechista como la que se produjo en Grecia con los neonazis de Amanecer Dorado. La suma de todos los partidos de extrema derecha, incluyendo la Liga Norte, pasó del 11 al 5 por ciento.

Beppe Grillo y su modelo
“Nuestra revolución llega de Internet”

Si resultara exportable, el modelo del Movimiento Cinco Estrellas podría ser la mayor novedad del panorama político europeo en medio de la peor crisis sistémica en este continente desde la posguerra. Sin embargo, despierta tanto entusiasmo como dudas.
El humorista genovés Beppe Grillo, de 65 años, un líder carismático que llenó los teatros de Italia en los últimos 30 años y que con Internet llegó a tener el mayor blog en idioma no inglés en el mundo, abrió las puertas a los neofascistas de Casa Pound: “fascismo y antifascismo no son nuestro problema”. Reiteradamente Grillo afirmó no ser de derecha ni de izquierda y calla o habla como hombre de derecha en todas las cuestiones de derechos civiles, incluyendo los derechos de los migrantes. En 1982 fue condenado por homicidio culposo después de un accidente de tránsito y así respetó la regla de su movimiento que excluye quien tiene precedentes penales y no pudo postularse como candidato. Sin embargo fue la única cara visible de un movimiento que seleccionó a sus candidatos de manera muy opaca.
Ahora se los empieza a conocer mejor. Resulta difícil de todas maneras adentrarse en un partido que convenció a 8,7 millones de electores partiendo desde cero, La gente de Grillo es mayoritariamente joven. En la cámara de Diputados el promedio de edad de sus 108 representantes es de apenas 33 años. Pertenecen en su mayoría a las pequeñas capas medias golpeadas por la crisis, precarizadas por el modelo económico y que, a pesar de haber estudiado (88 por ciento de ellos cursó estudios universitarios, en un país donde apenas el 19 por ciento tiene un título académico) no logran ver un futuro y manifiestan temor.
Sus militantes viven, se relacionan y tejen redes en Internet. No son parte de la generación que se movilizó contra el G 8 en Génova, pero si pelearon contra el tren bala, contra la energía nuclear y la privatización del agua. Parte significativa del electorado de Grillo (aunque no el 80 por ciento al que hace mención Silvio Berlusconi) se inició en estos movimientos, por lo general ligados a la izquierda radical. Pero otra franja es reacia a todos los partidos políticos, del signo que sean, y acompaña ese nihilismo con una sumisión enfermiza al líder. Esa franja puede explotar en cualquier dirección, incluyendo formas novedosas de fascismo. Entre los electores de Grillo hay millones que votaron una o más veces a Berlusconi y que se aferran hoy a las propuestas más demagógicas del cómico.
En pocos días, 108 diputados y 58 senadores del Cinco Estrellas llegarán a Roma y empezarán a tener nombres, caras, ideas. Su líder, en las últimas horas excluyó cualquier posibilidad de gobernar en alianza: “en un año más la política tradicional terminará de quebrar y nosotros nos quedaremos con todo”. Pero 100 mil personas, probablemente en su mayoría electores de centroizquierda, le pidieron en estas horas reconsiderar esta decisión. Si así sucediera, algunas de las medidas “progres” que propone podrían concretarse: definir una ley antimonopolios en los medios, reformar el sistema electoral, reducir los fabulosos privilegios de la dirigencia política. Pero a Beppe Grillo parece tentarlo más el todo o nada.